Obtener datos, cuantos más mejor, e interpretarlos para conocer por qué unas cosas funcionan y otras no, por qué se tiene éxito o se fracasa y, sobre todo, cómo se puede mejorar. Esa es la esencia del Big Data: datos, datos y más datos que se obtienen a través de dispositivos tecnológicos y de las propias personas.
Los puestos de trabajo pueden ser una gran fuente de información personal que ayude a saber cómo mejorar las instalaciones para lograr un mayor confort y una mayor implicación de los empleados. Se podría decir que se están construyendo oficinas Big Data.
Pongamos un ejemplo, Alex Pentland, autor del libro Social Physics y científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), inició hace unos años una investigación sobre diferentes tipos de lugares de trabajo y los comportamientos que los empleados tenían en ellos.
Estudió en distintas empresas a través de las tarjetas identificativas (con chip) de los empleados, de forma anónima, sus movimientos durante la jornada, el tiempo que permanecían en sus puestos, cuánto pasaban en las zonas de descanso o en las de reuniones. De esa forma intentaba detectar hasta qué punto el entorno influía en la productividad.
Esos datos se cruzaron con el uso, en horas, que se daba a las diferentes zonas de la oficina, medidos con dispositivos de ocupación. Así pudo analizar, por ejemplo, la razón de que, en unos casos, los trabajadores tendieran a pasar el menor tiempo posible en sus puestos; en otros, se vio que quienes aprovechaban los descansos charlando con otros compañeros en un entorno agradable solían incrementar su productividad; o que las salas de reuniones tenían un uso muy limitado.
Cada uno de esos datos dio lugar a cambios en los centros de trabajo: mejoras en la luminosidad, amplitud y distribución de los puestos; habilitación de zonas comunes de relax; reforma de los espacios de reunión profesional para convertirlos en salas multiusos con mayor ocupación… Todo eso también supuso un ahorro en el consumo de energía.
La información (Big Data), obtenida a través del Internet de las Cosas, resulta por tanto un elemento esencial para configurar los entornos de trabajo eficaces. Ese era también el convencimiento de una compañía de viajes cuando solicitó un estudio a Humanyze, compañía de análisis del comportamiento laboral que utiliza wearables y sensores para obtener sus datos.
Descubrieron que los empleados que se sentaban juntos durante el almuerzo comentaban sus tareas obteniendo aportaciones y reflexiones que les servían para ser más productivos. El comedor de la empresa contaba solo con espacios reducidos. A partir de esa información, se amplió y modificó todo el comedor de tal forma que fuera un lugar atractivo para cuantos más trabajadores mejor, y se habilitaron amplias mesas comunes para que se sentaran, al menos, en grupos de cuatro.
Los datos no solo pueden proceder de los dispositivos de los trabajadores. Nordstrom, una conocida marca de ropa y accesorios, implantó un sistema de seguimiento a través del wifi de los teléfonos móviles de los clientes para conocer, solo dentro de sus tiendas, dónde se detenían más, cuántas veces acudían a solicitar información, qué departamentos eran más populares y el camino de tránsito que solían recorrer al curiosear en sus tiendas. Con esa información se replanificaron los espacios de los departamentos para que la experiencia de compra fuera mejor y más rápida.
El Big Data proporciona, por tanto, información vital para mejorar los lugares de trabajo, hacerlos más eficientes y agradables y, por tanto, más productivos.