Ocho desafíos para Madrid

Raúl Alonso

«El plan urbanístico ha muerto si lo entendemos como una norma rígida pero tiene larga vida si lo concebimos como un necesario pacto entre las Administraciones y la ciudadanía». Con estas palabras concluía su exposición José María Ezquiaga, arquitecto y urbanista que participó en la XII Semana de la Arquitectura de Madrid.

Abandonando por unas horas su condición de decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), Ezquiaga ha volcado su larga relación con la capital de España en esta conferencia que bajo el título de Transforming Madrid reflexiona sobre «el Madrid que pudo ser y el que puede y debe llegar a ser».

Su análisis parte de una constatación: tras un fuerte proceso de urbanización, el mundo entra en una nueva etapa. «Hay continentes que han alcanzado ya una gran saturación, pero en las próximas décadas veremos crecimiento de mega ciudades como Shanghái y El Cairo mientras otras medias como Madrid entran en relativa tranquilidad». Y es ahí donde ubica el nuevo reto.

«El 85% de la ciudad ya está hecho, pero la ciudad vive nuevas amenazas», comenta. Entre ellas Ezquiaga destaca su creciente fragmentación y desigualdad social, el déficit habitacional, el incremento de los costes derivados de su dispersión geográfica, el declive de los centros urbanos tradicionales, el impacto climático y la debilidad institucional para la resolución de necesidades. Sobre este último punto matizó, «un problema menor en países como España».

La buena noticia es que las instituciones parecen ser conscientes del cambio de paradigma y como ejemplo cita el programa de la conferencia mundial Habitat III, que tendrá lugar en Quito (2017). Las Naciones Unidas introducen tres temas que responden a los intereses reales: la planificación y el diseño, las normas urbanas y el gobierno y la financiación municipal.

Tres puntos que deben dar respuesta al planteamiento convencional que se suele hacer del suelo. Para Ezquiaga, «el plan urbanístico convencional está muy alejado de la realidad ciudadana porque tiende a la simplificación, asumiendo el riesgo de caricaturizar la realidad».

¿Hacia dónde camina la ciudad?

Es necesaria una narración compartida por los ciudadanos que les permita «saber hacia dónde camina su ciudad», algo que en su opinión no ocurre en Madrid. Y eso arroja algunas paradojas: una ciudad para la que la actividad financiera y de servicios es prioritaria en su economía arroja fuera de su almendra central a las organizaciones que las representan. Un ejemplo que permite a Ezquiaga desgranar los desafíos que una ciudad como Madrid debe asumir en su transformación.

La activación cultural. En Madrid está representada en torno a la Milla de los Museos de El Prado. No obstante, el concepto de la activación cultural es mucho más complejo que eso: «Surge en los sitios más insospechados, y el deber de la ciudad es sumar a la cultura oficial la cultura alternativa». A este respecto, el arquitecto observa con satisfacción hitos como el Matadero, donde ambas confluyen: «Es una afortunada realidad que en mi opinión se debería repetir una y mil veces».

La cohesión social. «La fragmentación social es lo que más perjudica», y en Madrid se observa un muro invisible que separa en dos a la ciudad. Esta situación está presente en muchas de las grandes capitales europeas y su solución se ha convertido en una prioridad en todo el continente.

Atracción de talento. «Es la clave de la economía contemporánea, ¿pero cómo se puede atraer al talento?». Una pregunta a la que el propio Ezquiaga da respuesta: «Desde el talento. La sociedad madrileña está generando un talento en torno a centros de coworking y empresas digitales. Ahora lo importante es no ponerle zancadillas y permitirle que exista».

Energía y medioambiente. Otro punto trascendental en una ciudad que funciona como un auténtico agujero negro en cuanto a sus necesidades de consumo energético y donde la arquitectura debe ser capaz de ofrecer nuevas soluciones.

Naturalización de la ciudad. Las ciudades deben permitir convivir en un entorno verde, objetivo para el que Madrid parte con ventaja «si sabe aprovechar sus grandes posibilidades organizando un circuito desde el río». En su opinión no se trata de hacer grandes actuaciones ni diseñar megaparques: «Se trata de pensar en global pero actuar con pequeños proyectos, hay que generar un verde de proximidad en donde se pueda pasear a diario, algo muy factible en Madrid y sin consumir excesivos recursos».

Movilidad sostenible. En opinión de Ezquiaga no es fácil: «Las ciudades que han avanzado lo han hecho como resultado de una batalla», en alusión a las movilizaciones ciudadanas que han convertido a Copenhague en referente mundial. «No vale una única vía, hay que buscar soluciones complejas y plurales», y en esta línea trabajan muchas ciudades demostrando que «se puede empezar por poco y luego seguir creciendo». Experiencias en Madrid como las de la Noche en Blanco o la reciente decisión de cerrar el tráfico de El Prado los domingos avanzan en este sentido: «El espacio público siempre ha sido la gente, ni el asfalto ni el granito».

Reciclaje. Se trata introducir una nueva cultura enfocada a conservar y mejorar, de la que deben participar instituciones y ciudadanos asumiendo que implica un coste. Pero también hay que analizarlo como una oportunidad: «Un plan de reciclaje de la almendra central de Madrid y alrededores daría mucho trabajo y riqueza». En su opinión la ciudad está a tiempo, pero hay que abordar esta necesidad antes de que se convierta en un problema.

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