Decía el que fue alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, que los madrileños siempre van mirando al suelo y pocas veces alzan la vista para apreciar las joyas que sus arquitectos y la historia han dejado entre sus calles.
Te proponemos ver más allá del tráfico, de la siguiente tienda y de la boca de metro a la que corres para llegar a tiempo a cualquier cita. Detente, respira y comienza a caminar con calma, por ejemplo, desde el inicio de la Gran Vía. Echa un vistazo a la izquierda, donde el edificio Grassy, en chaflán, representa la influencia del romanticismo parisino en la arquitectura de la ciudad (muy bella su entrada, junto a la joyería del mismo nombre).
Continúa subiendo la avenida por la misma acera para dar con el Oratorio del Caballero de Gracia (siglo XVIII), con su ábside incrustado en la arcada de un edificio modernista, solución de urgencia para que sobreviviera a la construcción de la calle. Poco más allá, el estilo francés emerge de nuevo en el edificio Madrid-París (1924), sede del grupo Prisa, diseñado a imagen y semejanza de las parisinas galerías LaFayette.
Muy cerca, el barroquismo modernizado del Palacio de la Música (1926), inspirado en el Hospital de la Caridad de Sevilla, contrasta con el Edificio Carrión o Capitol(1933), también en chaflán frente a la plaza de Callao, que recoge el aire estilizado e industrial de los rascacielos de Nueva York.
‘Art déco’ y vanguardia
La Gran Vía es un buen punto de partida para el que quiere observar Madrid con otros ojos, por su mezcla de tendencias y por ser eje urbano cerca de casi todo. Como por ejemplo del Museo de Historia de Madrid, en Tribunal (siglo XVIII), antiguo Hospicio durante el reinado de Felipe V. Su fachada, de Pedro Ribera, es un tesoro del barroco que no se puede pasar por alto, en contraste profundo con los bares hipsters y tiendas de todo tipo del barrio.
Cerca de Cibeles, en la calle de Alcalá 42, hay que detenerse para apreciar con detalle el Círculo de Bellas Artes, obra de Antonio Palacios, considerada la más espectacular muestra del art déco en la capital. Desde su azotea, abierta al público, se aprecia una de las mejores vistas de la ciudad, con edificios que merecen algo más que un vistazo: el neorrenacentista Banco de España, el neobarroco Palacio de Linares (al otro lado de la plaza de Cibeles) y el neoclásico Palacio de Comunicaciones, actual ayuntamiento. Los tres construidos en los inicios del siglo XX.
Habría que volver a atrás por la calle de Alcalá para llegar al Casino de Madrid (1910), a pocos pasos de la Puerta del Sol. Su terraza en arcada y su fachada labrada están a medio camino entre el romanticismo del XIX y el modernismo del XX. Allí se reunía la elite madrileña para celebrar tertulias y encuentros culturales y políticos.
Hasta que abrió sus puertas, tras cinco años de obras, la sede del Casino estuvo en el edificio de enfrente, el Palacio de la Equitativa (1891), llamado después Edificio del Banco Español de Crédito. Lo diseñaron como la proa de un barco al que se adhirieron los balcones y unas médulas con forma de cabeza de elefante como elemento identificativo.
El paseo por el centro de Madrid nos lleva a continuación hacia el Cuartel General de la Armada, en el Paseo del Prado, con fachada de inspiración renacentista; o al Palacio de la Bolsa, otra joya que tuvo como referencia el diseño de la Bolsa de Viena.
Pero la capital no mira al cielo solo para ver historia. También, luce vanguardia en sus calles más antiguas, aunque con frecuencia oculta para el transeúnte impaciente. Dos ejemplos: el centro cultural CaixaForum, muy cerca del Museo Thyssen (otro emblema arquitectónico de la ciudad), es una innovadora rehabilitación de una antigua central eléctrica que conserva sus líneas industriales; y el Museo ABC de Dibujo e Ilustración, próximo al complejo del Conde Duque, ofrece un juego de materiales y espacios que enriquece un entorno clásico.
Madrid tiene mucho… Sólo tienes que mirar.
Imagen destacada @uchiusca, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0