Tiempo de batallas, de conquistas, de reinos que surgen, de reyes destronados, de pactos y de nuevos mundos por descubrir. La Edad Media marcó también la arquitectura de nuestro país.
El Medievo fue una época de nuestra historia de la que aún quedan testigos por toda la Península. Años de cambios, de invenciones, guerras y grandes imperios que tuvieron, cómo no, su reflejo en tesoros arquitectónicos.
Para concretar bien este período hay que mirar atrás, al año 476 que, con la caída del Imperio Romano de Occidente, se considera el inicio del también llamado Medioevo. Su final lo marca otro hecho histórico, y más para nuestro país: el descubrimiento de América en 1492.
Fueron más de mil años que marcaron muchos de los espacios donde vivimos hoy y durante los que la arquitectura fue testigo, pero también protagonista, de nuevas civilizaciones, reinados y fronteras.
Un periodo, tres estilos
La arquitectura, durante la Edad Media, vivió bajo el influjo de tres estilos distintos: el bizantino, que influye durante todo el período, el románico entre los siglos XI y XII, y el estilo gótico entre el siglo XII hasta el siglo XV.
El primero de ellos, el bizantino, es el primer estilo importante en la Edad Media. Fundamentado en el arte griego y paleocristiano, con grandes influencias orientales (persa y musulmana), la arquitectura bizantina se caracteriza por la decoración.
Espléndidos mosaicos y pinturas murales interiores, capiteles hermosamente decorados y su sello indiscutible: el empleo sistemático de la cubierta abovedada, especialmente la cúpula sobre pechinas, es decir, triángulos esféricos en los ángulos que facilitan el paso de la planta cuadrada a la circular de la cúpula.
Concebidas como una imagen simbólica del cosmos divino, aún hoy podemos admirar estas cúpulas en edificios como la iglesia de Santa Sofía, en Estambul, o la Basílica de San Marcos, en Venecia.
En España, realmente contamos con escasos ejemplos de este estilo; uno de ellos es la muralla bizantina de Cartagena, ahora conservada en el sótano de la Sala de Exposiciones municipal.
Esta sala, que recibe el nombre de Muralla Bizantina, alberga en su interior restos de grandes muros y materiales cerámicos de época bizantina, encontrados en la localidad de Cartagena en unas excavaciones realizadas en 1983.
Mucho más profusas son las muestras del románico en nuestro país. Caracterizado por los arcos de medio punto, las bóvedas de cañón y capiteles y pórticos decorados con imágenes esculpidas, que narran episodios de la Biblia, el románico nos dejó monumentos como la Real Basílica de San Isidoro de León, considerado uno de los mejores conjuntos románicos de España.
Una magnífica construcción que alberga la llamada Capilla Sixtina de este estilo: el Panteón de los Reyes, decorado con un importantísimo conjunto pictórico datado en la segunda mitad del siglo XII. En concreto, son frescos que comprenden tres ciclos litúrgicos: la Navidad, la Pasión y la Resurrección, formando un itinerario que tiene su inicio en el muro meridional y que, siguiendo el sentido de las agujas del reloj, culmina en la puerta que le da acceso a la iglesia.
Legado de la arquitectura románica en nuestro país es también la iglesia rural de San Martín de Tours (en Frómista, Palencia), considera como uno de los principales prototipos de románico europeo.
Situada en pleno Camino de Santiago, la sobria iglesia de Frómista esconde, cómo no, en su interior una de las características de la arquitectura románica: los capiteles decorados que en el caso de esta iglesia nos muestran mediante imágenes la historia de Adán y Eva o a la fábula de La zorra y el cuervo.
También las murallas de Ávila son ejemplo del románico en la arquitectura civil.
Con un perímetro de 2.516 metros, 2.500 almenas, 87 cubos o torreones y 9 puertas, las murallas de Ávila son un magnífico ejemplo de la edificación medieval defensiva. Se construyeron a finales del siglo XI a instancias del rey Alfonso VI de Castilla, y hoy son emblema de la ciudad y Patrimonio de la Humanidad.
Edificios que se elevan al cielo
Así son los edificios que nos dejó el tercero de los estilos arquitectónicos desarrollados durante la Edad Media, el gótico.
Bajo este estilo, los edificios tienden a la altura con un sentido simbólico de llegar al cielo en busca de los divino.
La verticalidad es por tanto una de las principales características del gótico junto a la luminosidad, gracias a magníficas y constantes vidrieras, y al naturalismo escultórico, con escenas de follajes, hojas y animales esculpidos en la decoración de los capiteles.
El material más utilizado es la piedra cortada, escuadrada y pulida para dar forma a sus principales elementos constructivos: el arco apuntado u ojival y la bóveda de crucería.
Elementos todos ellos presentes en la imponente Catedral de León, una muestra más que emblemática de la arquitectura medieval religiosa y del estilo gótico.
Fue el primer “monumento” declarado como tal en España en 1844 y es conocida como “la bella leonesa”. Razones no le faltan para merecer tal sobrenombre: sus vitrales coloreados están considerados como una de las mayores colecciones de vidrieras medievales del mundo.
Construcciones como vemos, en su mayoría, de carácter defensivo o religioso, ya que fueron años en los que, junto a las batallas entre reinos, las conquistas de territorios y las defensas de los propios, la religión vivió una de sus épocas de mayor esplendor.
Recordando otros tiempos
Edificios que aún hoy nos recuerdan otros tiempos, vestigios de un pasado que aún sigue presente en forma de celebración. Así, son varias las ferias medievales que se celebran por todo nuestro país. Tal vez una de las más conocidas sea la de Niebla, una localidad de la provincia de Huelva que, año tras año, revive las indumentarias, las costumbres y los oficios de ese tiempo.
El recinto amurallado del Castillo de Los Guzmanes de Niebla es el escenario de esta cita. A sus pies, vecinos y visitantes recrean la vida cotidiana del Medievo, con actuaciones de música y danza, representaciones teatrales, talleres artesanales y el tradicional mercado, con todo tipo de productos de elaboración artesanal y gastronomía típica para degustar.
Y no podemos dejar de mencionar el que muchos consideran el mayor mercado medieval de España: el de Orihuela, en Alicante, que lleva celebrándose desde 1999 y que ocupa casi 5 kilómetros de extensión.
Toledo, Ávila, Valencia, La Rioja, Madrid… Prácticamente hay una feria medieval durante el año en cada ciudad y pueblo de nuestra geografía, donde se muestra el lado más pintoresco de la Edad Media, a través de juglares, herreros, panes y Alimentos variados…
Incluso pueblos enteros nos retrotraen a aquellos tiempos. Es el caso de Morella, en Castellón, considerado como uno de los pueblos medievales más bonitos del mundo.
Un lugar que ha sabido conservar, como ningún otro, su orgulloso pasado: el castillo con plaza de armas, aljibe y torre, las murallas, el acueducto de Santa Lucía… Todo sigue intacto para que podamos viajar al ayer.
Medinaceli, en Soria, con su espectacular plaza mayor de 5.000 m2; Peratallada, en Gerona, y su bella Torre del Homenaje; la ciudad de Cáceres, declarada Patrimonio de la Humanidad en los 80; o Frías, en Burgos, un pueblo por el que parece que no han pasado los años.
La lista es interminable. Miles de recuerdos del Medioevo en pleno siglo XXI.