Adentrarse en estos edificios es sentir la historia de nuestro país; es viajar atrás, a veces, incluso a la época del Imperio Romano. Han sido testigo de guerras y victorias, gobiernos, cambios sociales, transformaciones económicas, hazañas y conquistas… Y ahí siguen, en pie, para recordarnos quienes somos y ofrecernos lo mejor de la cultura de nuestro país.

Teatro romano en Mérida

Puesto en pie entre los años 16 a 15 a.C., es un tesoro en sí mismo que, además, como parte del conjunto arqueológico de Mérida, fue declarado en 1993 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.  Arquitectónicamente, responde a un modelo romano muy típico en las construcciones de Roma y Pompeya, y compuesto de gradas para los espectadores, orchestra (el lugar donde se ubica el coro), el escenario y el peristilo, la zona de esparcimiento y culto.

Desde su creación por mandato del cónsul romano Marco Bisanuo Agripa, han pasado más de 2.000 años. Años en los que dejó de funcionar como teatro, y en los que  incluso fue cubierto de tierra y utilizado como campo para el cultivo.

Seguramente, nadie pensaba que podría mantenerse en pie hasta hoy, ni que siguiera formando parte de nuestros días.

Habría que esperar a 1933 para volver a verlo como escenario teatral. ¿La obra? La Medea de Séneca, en versión de Miguel de Unamuno. Un espectáculo que supuso la primera piedra para el Festival de Teatro Clásico de Mérida, el más antiguo de los certámenes de teatro que se celebran en España. Y que, en su última edición (en 2014), recibió la visita de más de 122.000 personas.

El Liceo de Barcelona

El teatro más antiguo de Barcelona tras sobrevivir a un impresionante incendio en 1994 y sufrir una amplia remodelación,de la mano de los arquitectos Ignasi de Solà Morales, Xavier Fabré y Lluís Dilmé, ha vuelto a ofrecer los mejores espectáculos en Barcelona desde que se volvió a inaugurar en 1999.

 

Desde su construcción, en 1837, en el antiguo Convento de Montse, ya estaba ligado al arte. De hecho, el Liceo tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, puesta en marcha por algunos miembros de la Milicia Nacional.

Bombardeado por los anarquistas en 1893 y nacionalizado al inicio de la Guerra Civil, por este edificio han pasado las figuras más importantes del ámbito artístico internacional. Tras el incendio de 1994, el Liceo sigue conservando su superficie de 36.000 m², el 70% de área de escena y servicios. Y, aunque la mayoría de sus estancias fueron reconstruidas, el vestíbulo principal con acceso a La Rambla continúa con su anterior aspecto.

Para construir unas edificaciones más actuales que cumplieran con las nuevas normativas, en la remodelación del Teatro tuvieron que demoler algunas de las casas que lo rodeaban.

Compositores como Wagner, Verdi o Puccini; cantantes de ópera como Victoria de los Ángeles, Montserrat Caballé o Josep Carreras e, incluso, Picasso con impresionantes escenografías, son sólo algunas de las celebridades que han pasado por el Liceo.

Templo de chirigotas

Cádiz y sus carnavales no serían lo mismo sin el Gran Teatro Falla. Su fachada de ladrillo rojo da paso a salones, patio de butacas y palcos decorados con motivos mudéjares. Ya en el interior, una alegoría del Paraíso, obra de Felipe Abarcuza, cubre su techo. Con una capacidad para 1.214 espectadores repartidos en butacas, palcos, anfiteatro y paraíso, cuenta con un inmenso escenario: 18 metros de largo por 25,5 metros de ancho.

Si mirásemos su planta, vislumbraríamos su forma de herradura. En ella se van montando los numerosos pisos rodeados por escaleras de accesos que parten desde el vestíbulo principal reformado en la década de 1920.Un “gran” teatro y una curiosidad: la estructura que se encuentra bajo el escenario, gracias al microclima que crea la humedad de la zona, se sustenta sobre las maderas originales que se colocaron hace ahora 100 años.

Además del colorido Carnaval, el Teatro Falla es escenario del FIT, Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, y de Alcances, un festival dedicado al documental cinematográfico.

Un teatro de reyes

De forma hexagonal irregular y con dos fachadas, una a la Plaza de Oriente y otra a la actual Plaza de Isabel II. Esto es lo que encontramos si vemos el Teatro Real desde las alturas. Pero para conocerlo de cerca, lo mejor es acercase hasta la conocida Plaza de Oriente en Madrid y rendirse a entrar y conocer su presente y su pasado.

Su historia comienza en 1817, durante el reinado de Fernando VII, quien decidió su construcción y encargó de la misma al arquitecto Antonio López Aguado, que falleció antes de terminar las obras. Recogió el testigo del proyecto Custodio Teodoro Moreno y, por fin, en 1850 abría sus puertas, ahora con Isabel II como reina.

Dos arquitectos y dos reyes ligados a un edificio que ha sufrido desde su inauguración varias reformas para llegar a los 65.000 m2 que hoy ocupa. En la actualidad, es un edificio rehabilitado totalmente en 1997 que cuenta con una capacidad para 1.746 personas y una de las cajas escénicas más innovadoras de los teatros de Europa. La tecnología empleada permite trabajar al mismo tiempo en varias escenografías e intercambiarlas en un tiempo récord utilizando plataformas superpuestas.

De palacio a teatro

Fue, durante años, el Palacio de la Agricultura y de Mercado de las Flores de Barcelona, un edificio que comenzaron a construir en 1927 los arquitectos Josep M. Ribas y Manuel M. Mayor, y que fue considerado como uno de los edificios más importantes creados para la Exposición Internacional de Barcelona de 1919.

Inspirado en la arquitectura barroca, se utilizaron en su construcción los materiales propios de la arquitectura catalana tradicional: la terracota, la teja y el estucado blanco.

Una construcción que, durante la post-guerra civil española, fue derribada en su mayoría. Lo que quedó en pie, se utilizó a partir de ese momento como Mercado de las Flores. Función que le dio el nombre que aún conserva.

Reconstruido y reconvertido en teatro municipal en 1983, hoy está considerado como un centro de referencia para la investigación, la producción, la creación y la difusión de la danza y los movimientos artísticos de todo el mundo.

Cinéfilos de la capital

El broche de cine par este recorrido por los grandes templos históricos de la cultura de España lo ponen los cines Callao. Un edificio ligado a la madrileña plaza con la que comparten nombre.

De estilo art decó y construido entre 1926 y 1927, se concibió desde su inicio “a la americana”, es decir, sin palcos aristocráticos y con la misma visión desde cualquiera de sus butacas. Fue la primera obra del arquitecto Luis Gutiérrez Soto.

Para su estreno se eligió la película Luis Candelas, el bandido de Madrid, y también sería en su pantalla donde se estrenaría en nuestro país la primera película sonora de la historia, en 1929, El cantor de jazz.

Y una curiosidad: el edificio contaba, en su azotea, con un cine de verano, con bar y un total de 300 sillas, muy popular durante los años treinta. Pero la Guerra Civil española hizo que se cerrase y ya nunca ha vuelto a utilizarse.

Historias de la historia que, gracias a estos edificios, se mantienen vivas.

Imagen destacada @Rocío Martínez P. distribuida con Licencia Creative Commons BY- 2.0