“Arquitectura morisca, como la Alhambra, situada junto a miles de iglesias, en un paisaje de ensueño. La gente baila y come tapas sobre las raíces del flamenco. Lejos de las trampas para turistas. Esta extensa costa del sur de España ofrece una vida tan rica en historia, cultura y gastronomía como ningún otro lugar de Europa”. De esta forma resumía The Telegraph a sus lectores británicos las razones por las que, ese diario, había elegido Almería como uno de los 20 mejores lugares del mundo para vivir.
Son razones de peso. Pero hay más y para todos los gustos. Tierra árida y exuberante a la vez, que choca con el Mediterráneo a lo largo de 250 kilómetros de costa luminosa. Su clima calienta todo el año los corazones y traslada la vida a las calles, a las tabernas y las playas. Y su huerta colosal, que flota en un océano de plástico, provee de alimento saludable y riqueza a sus gentes.
Resumiendo, pura calidad de vida. Pero todo esto no son más que opiniones. Mejor, apoyémoslas con hechos.
3.000 horas de sol al año
La temperatura media anual es de 20oC y solo llueve 20 de los 365 días. Son datos estadísticos que describen un clima delicioso.
El desierto a la espalda, el mar a los pies
Los almerienses respiran brisa de mar. A su orilla acuden para disfrutar de un oleaje suave y unas aguas templadas: su temperatura media es de 17oC en invierno, igual que un verano en el norte de España.
Parece que todos los caminos de la ciudad concluyen en las dos playas urbanas más frecuentadas, las de los barrios del Zapillo y Nueva Almería, donde los aromas a brasa y puchero de los chiringuitos se confunden con el olor a salitre del Mediterráneo. En los 35 kilómetros de costa de la bahía de Almería hay espacio para acoger a todos los que la quieran disfrutar.
Pero hay mucha más naturaleza diversa a la vuelta de la esquina. Hacia el interior (20 minutos en coche), los senderistas descubren las rutas que se internan en las sierras de Alhamilla y Gádor, un paisaje pedregoso del que emergen los pueblos blancos de la Alpujarra almeriense.
Poco más al norte, el desierto de Tabernas, de una belleza desolada que se pinta de rojo en atardeceres que siempre son demasiado cortos. Aunque tal vez se disfrute más del contraste blanco y frío que proporciona Sierra Nevada, apenas a 100 kilómetros de allí.
Por si fuera poco… Cabo de Gata
Quienes tienen la suerte de residir en esta coqueta ciudad de 200.000 habitantes aseguran que Cabo de Gata es “su parque particular”. Un maravilloso regalo natural a solo 40 kilómetros del centro urbano.
La belleza de los acantilados que trazan su costa son una pequeña muestra de lo que guarda tierra adentro (saladares, llanuras esteparias, albuferas…) y también bajo el mar, en las praderas marinas que son un paraíso para cualquier amante del buceo.
La cultura de la tapa
Salir de tapas por Almería es impregnarse de la forma de vivir de sus gentes. Las tabernas suenan a charla y a cante, que se degusta con tanto placer como el platito de gambas, de atún o de pulpo que acompaña a una cervecita fría o a un vinito.
Luego, siempre hay hueco para platos más contundentes, como el típico ajoblanco, la olla de trigo o un guiso marinero. Y para bajar la fiesta gastronómica, un paseíto por la playa, o hasta la Alcazaba árabe y la catedral-fortaleza, recuerdos del pasado histórico de esta ciudad.
No, no es cuestión de opiniones: vivir en Almería es un privilegio.