El mundo celta ha generado fascinación generación tras generación: el embrujo de sus leyendas, sus fábulas y la importancia que le otorgaban a los druidas se ha ido transmitiendo, y perviviendo, a lo largo de los años.
Parte de ese amor y pasión por los rituales, las hadas y los duendes se vislumbra actualmente en las construcciones civiles dispersas por la geografía gallega, entre los montes verdes y los paisajes naturales.
La gastronomía, sus pueblos con encanto, su gente y los paisajes que se extienden entre playas, montañas y ríos conforman el objetivo perfecto para cualquier turista. Mirando en detalle todos sus atractivos, muchos de ellos aportados por los celtas, se comprende este importante destino del turismo español.
Un claro ejemplo de la influencia celtíbera son los castros, parte de la arquitectura civil que todavía pervive hoy en día. Poblados de casas de forma redondeada, elaborados con muros de mampostería de piedra –generalmente granito (por su abundancia en la zona gallega)-, techo de paja y estructuras de madera. Pequeñas comunidades protegidas por una muralla que servía para defenderse de otros pueblos y que se levantaban con los materiales naturales disponibles en la zona o en tierras cercanas.
El de Santa Tecla o Santa Tegra, en La Guardia (Pontevedra) es quizá, el mejor yacimiento de Galicia, ya que conserva todavía las murallas defensivas y muros en su interior. Pero, además, también es posible visitar el de Baroña y Elvira, en A Coruña, en la desembocadura del Miño, el de de Viladonga, en Castro do Rei, a 30 kilómetros de Lugo, o los de San Cibrán de Lás y Castromao, a poco más de 25 kilómetros de Ourense.
Es aconsejable completar la visita con los museos arqueológicos gallegos en los que es posible contemplar los distintos hallazgos encontrados en los diferentes castros, como en los de Lugo, A Coruña y Ourense.
Como parte del rastro cultural dejado por los castros celtas, Lugo ofrece las conocidas Pallozas, deformación del término gallego “pallaza.” Casas utilizadas hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando las modernas comunicaciones facilitaron la llegada de nuevos materiales de construcción a la zona. Actualmente se construyen para uso turístico; incluso en terrenos alejados y donde tradicionalmente no llegaron a existir.
En la zona sureste de Ourense, los celtíberos y sus líderes espirituales, los druidas, dejaron vestigios de cómo involucraban a la naturaleza en su forma de vida incorporando la energía de ríos, bosques y animales en sus rituales. Además de las mencionadas construcciones civiles, los celtas dejaron en herencia su pasión y amor por la naturaleza, pero, sobre todo, cómo incorporarla a las distintas construcciones que fueron alzándose a lo largo de los años.
Solían situar sus poblados cerca de fuentes y arboledas de las que obtener la madera y canteras. Éstas eran muy importantes por el culto que la cultura celta otorgaba a la piedra. No sólo como material de construcción, sino también para fabricar elementos religiosos como dólmenes, menhires y esculturas enormes de animales. Una elaboración de la que se contagiaron los habitantes gallegos de la zona y que plasmaron como forma evolucionada en los cruceiros, algo que pervive hasta hoy en día.
Un respeto misterioso por la piedra del que se ha empapado la construcción gallega. Aldeas y ciudades cuyas casas se caracterizan por ese amor al granito, y que ha convertido en típico de Galicia las casas de importantes muros, de bloques firmes y gruesos.
Esa herencia de siglos en el uso del pedrusco y las estructuras de madera se percibe en las casas fabricadas con mampostería, utilizada por los celtas para hacer las paredes de las viviendas. Con una forma poligonal bastante irregular se apoyan en elementos constructivos y ornamentales de granito.
A lo largo de los años ha habido tímidos intentos de incorporar al lenguaje arquitectónico moderno ciertas influencias culturales celtas. Un orgullo de los gallegos por sus raíces que se manifiesta en diferentes momentos de su historia a través del diseño de parques o jardines, elementos de adorno o esculturas; como la de Breogán, el famoso rey celta frente a la Torre de Hércules.
Visitar Galicia permite entrever la influencia celta que ha marcado construcciones históricas y actuales de forma sutil, aunque siempre presente.