Los rascacielos pueden ser mucho más que un desafío arquitectónico. A veces se convierten en una solución urbanística cuando el suelo es escaso; en otras ocasiones, en un experimento de renovación y habitabilidad, y de vez en cuando representan una innovación estructural y estética que ofrece a sus residentes una opción exclusiva de vivir y sentir la ciudad.
La peculiaridad más extraordinaria consiste en combinar en un solo diseño todas esas características para hacer de estos colosos, un símbolo permanente del genio de sus creadores y un referente visual de la urbe en la que se levantan. Dos proyectos recién inaugurados, y otro en proceso de realización, asumen ese papel protagonista en la arquitectura internacional. Bienvenidos al lujo entre el cielo y el suelo.
Torre Ardmore (Singapur)
De la necesidad, virtud. La falta de espacio en esta ciudad-estado obliga a mirar hacia arriba. Así lo hizo el arquitecto holandés Ben van Berkel con este edificio de 36 plantas (135 metros) que parece crecer como una estructura viva desde el manto verde que se extiende a sus pies.
Al describirlo, Van Berkel hace referencia a la vegetación, aunque su intrincada red de redondeados paneles de hormigón recuerdan más a una columna vertebral inacabada.
Los voladizos y las cubiertas a diferentes alturas limitan los ventanales para lograr la eficiencia energética –paliando la fuerza del sol tropical–, pero sin dejar de ser tan amplios como para impedir disfrutar de unas vistas de Singapur a las que sólo tienen acceso un selecto grupo de 58 propietarios: ni siquiera dos viviendas por planta. Esto da una idea del carácter exclusivo de estas residencias.
Edificio De Rotterdam (Rotterdam, Holanda)
El arquitecto holandés Rem Koolhaas ha logrado que esta gigantesca mole de hormigón y cristal cambie profundamente la imagen e incluso la personalidad urbanística del mayor puerto de Europa.
El río Mosa y su salida natural al mar formaban una extensa área alejada de los ciudadanos y entregada exclusivamente a la explotación comercial. “Era una enorme ciudad fantasma que pedía a gritos ser habitable”, asegura el propio Koolhaas.
Las espectaculares dimensiones del edificio De Rotterdam lo convierten en una ciudad vertical, con tres torres de 150 metros de altura que acoplan enormes espacios cúbicos como si fuera un juego de Tetris, y donde se extienden 160.000 metros cuadrados de viviendas, oficinas, restaurantes y un hotel.
La inversión ha sido de 375 millones, que comienzan a ser recuperados en parte con la venta y alquiler de 240 pisos, valorados entre 190.000 y 650.000 euros. Los más caros ofrecen una vista única de la desembocadura del Mosa, recorrida por los numerosos mercantes y cuyas orillas están unidas con el vanguardista puente Erasmus.
432 de Park Avenue (Nueva York)
Poco a poco va ganando altura este proyecto del arquitecto uruguayo Rafael Viñoly, que ha fijado su fecha de finalización en 2015. Será la torre residencial más alta del hemisferio occidental: 426 metros de altura repartidos en 96 pisos y 147 apartamentos en el área más exclusiva de Manhattan (el nombre lo toma de su ubicación).
El rascacielos pretende aprovechar al máximo tanto el reducido espacio sobre el que se levanta como el principal valor que aportará a sus residentes: la visión panorámica sobre la ciudad entera.
La sencillez de su forma cúbica y espigada encerrará el lujo más exquisito: el apartamento más ‘modesto’ costará 5,3 millones de euros; los áticos, 72,2 millones. Las ventas sobre plano ya cerradas han recaudado casi 900 millones. Una lujosa incorporación al skyline neoyorkino.
Fotos @LukePricePhotography, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0