La crisis pasa factura a los porteros

Equipo de Redaccion

Son los últimos ejemplares de su ‘especie’. Esas personas que cuando sales por la mañana te dan los buenos días, recogen la basura, limpian el portal,  te ayudan con la compra y como dicen los veteranos del lugar (que sabe más el diablo por viejo que por diablo), es mejor tener un buen portero cerca que un familiar en alguna parte.

Sin embargo, la crisis les ha pasado factura. ¡Y cómo! Sólo en la Comunidad de Madrid, se ha reducido en más de 33% (de 30.000 a 20.000) y en España, aunque los datos son aproximados, la cifra que maneja la Federación de Servicios de  CCOO no supera los 200.000.

La explicación es fácil, comentan en los sindicatos y administraciones de fincas. Los gastos que supone tener una nómina fija en momentos de crisis ha llevado  a las comunidades de vecinos a replantearse si realmente es necesario. O lo que es mejor, como abaratar su precio sustituyéndolo por señoras de la limpieza, conserjes o empresas que hacen servicios puntuales de recogida de basuras o limpieza del portal.  “Aunque no es lo mismo. Cambian las caras y ya no hay esa confianza con el portero de toda la vida que incluso tiene tu llave”, dicen. Pero lo cierto es que donde se van jubilando, “no se reponen”, comentan desde Prodefincas,  administración de fincas que conoce muy de cerca el sector. Según sus datos, la nómina de un portero supone el 30% del gasto de la comunidad de vecinos. “Más que despidos se espera a jubilaciones o no renovaciones, lo que además permite a los propietarios vender o alquilar el piso  destinado a la vivienda del portero con lo que cubren los costes del nuevo servicio”, puntualizan.

María C, empleada en la madrileña calle de Doctor Esquerdo, sabe que el día que se jubile se acaba la portería. Lleva 18 años en ese puesto, con casa incluida. “Pero sé que la idea de la comunidad es no contratar ya a nadie como portero”. Otra de las razones de que el portero de finca sea una especie a extinguir son las nuevas comunidades de vecinos, integradas por varios portales con zonas comunes. También las nuevas tecnologías como la domótica tienen algo de culpa.

José Luis Carralero es el presidente de la asociación de Empleados de Fincas Urbanas de la Comunidad de Madrid (Aefucom), una de las pocas comunidades donde hay ‘cierta’ organización. También cursos. Carralero confirma la tendencia generalizada de las comunidades a optar más por la figura del conserje, que supone un coste menor “ya que no incluye vivienda ni otros pluses de los porteros”. No viven en la finca y trabajan por turnos con tareas en ocasiones más vinculadas con la seguridad.

Sin embargo, aunque es un trabajo “estable y tranquilo”, ha sido siempre uno de los más maltratados, en los que se habla de salario mínimo inicial (605 euros) que no llega a al salario mínimo interprofesional (655,20 euros). “Es cierto que hay pluses, pero ya depende de cada comunidad y del número de vecinos”, subraya el presidente de Aefucom. Pero las cosas han cambiado y si antes nadie quería estos puestos, ahora son de lo más demandados. En la Asociación de Empleados de Fincas Urbanas de la Comunidad de Madrid se acumulan los currículos, “pero no las ofertas”, puntualiza su presidente.

Portero para todo, pero no todos pueden ser porteros. “Más allá de la profesionalización que se le presupone, exige dedicación, entrega y una dosis de discreción que es la más valorada por los vecinos”. Y de eso María C, sabe un rato. “Eres confidente, sabes más de ellos que la propia familia”. Aunque no siempre se paga.

Sin embargo, echando la vista atrás, sí ha habido una mejoría por lo menos en cuanto a reconocimiento. Así lo ven en Prodefincas. “Los porteros tienen regulado su horario que es de ocho horas al día, y hay extras según el número de escaleras, de vecinos, recogida de basuras, calefacción, si hay o no jardines”.

Desde UGT se insiste en que faltan asociaciones que aglutinen los intereses de los empleadores y que puedan regularizar este sector que ya, incluso en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, queda poco claro. “Empleado que se encarga de la vigilancia de la puerta de un edificio o una empresa y que además puede tener otras funciones”. Otras funciones.

Al lado del portal donde vive y trabaja María C. se levanta una nueva urbanización de última generación con piscina, pista de padle, gimnasio… Los vigilantes de una empresa de seguridad hacen turnos. María lo ve desde su patio con flores, donde charla con la vecina desde hace un rato. Esa imagen, no muy tarde, puede ser pasado.

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