Los cierres perimetrales han dejado como única alternativa el turismo de proximidad para aquellos que no quieren renunciar a oxigenar mente y cuerpo en una escapada. Y puestos a redescubrir las bellezas que esconde España a pocos kilómetros de cualquier centro urbano, son muchos los que apuestan por la reserva de paradores nacionales y, así, disfrutar de la singularidad de Paradores, una empresa pública al servicio del turismo español desde 1928.
Que una pandemia no puede frenar la necesidad de una escapada, queda patente con la ocupación próxima al cien por cien de la oferta de turismo rural de Madrid durante la última Semana Santa, y cercanas al 80% en otras comunidades como País Vasco o Cataluña. Pero los destinos cercanos no tienen por qué dejar de sorprender, así lo demuestra la red de 97 hoteles de Paradores. Incluido el de Casa da Ínsua, única franquicia de la enseña ubicada en Portugal.
En menos de dos horas, desde Barcelona se puede acceder al Parador de Vic-Sau para conocer los paisajes de la comarca de Osona. O vivir un fin de semana medieval en el de Cardona, en un recinto fortificado del siglo IX también en la provincia de Barcelona. Desde Madrid, ir a Chinchón o a Oropesa (Toledo) a conocer el primer Parador monumento abierto en 1930 es una posibilidad. Y desde Valencia, valorar alternativas como las de Jávea (Alicante), Benicarló (Castellón) o el combinado de Albufera, mar y golf en el de El Saler.
Historia del turismo español
En 1928, Alfonso XIII inauguraba el Parador de Turismo de Gredos. El germen de lo que hoy es la cadena. La ceremonia era el resultado de un largo proceso, ya que desde 1910 y por encargo del Gobierno de Canalejas, el marqués de Vega-Inclán había trabajado en “la creación de una estructura hotelera en cuyos establecimientos se diera hospedaje a excursionistas y viajeros, al tiempo que se mejorara la imagen internacional del país”.
Poco a poco la red de Paradores Nacionales había ido sumando establecimientos. Pero fue en la década de los 60, con la llegada del turismo internacional masivo, cuando se aceleraron las aperturas. Ya en los 80, los por entonces llamados ‘Paradores Nacionales’, incorporan parte de la red de la Empresa Nacional de Turismo, que incluían algunos de los establecimientos más emblemáticos como el Hostal de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela, el de San Marcos de León o el Hotel La Muralla de Ceuta.
El 18 de enero de 1991 es otra fecha emblemática para este singular proyecto. El Gobierno impulsa la sociedad anónima de Paradores de Turismo de España de titularidad pública, cuyos beneficios reportan al Estado desde entonces. En 2019 obtuvo unos ingresos de 265,5 millones, dando empleo a más de 4.000 personas.
Una apuesta muy actual
Es curioso pensar cómo el modelo de Paradores resulta radicalmente moderno casi un siglo después. Hablamos de una cadena que “protege el patrimonio histórico y cultural, promueve la economía local y el cuidado del medioambiente”, según explica Óscar López Águeda, presidente y CEO de Paradores desde 2018.
De hecho, la mitad de los establecimientos de la red se ubican en monumentos con declaración BIC (Bien de Interés Cultural) y/o Conjunto Histórico. Ejemplos son el Parador de la Granja (Segovia), que incluye la Casa de los Infantes del siglo XVIII, el Parador de Alarcón (Cuenca) en un castillo cuya historia se remonta hasta el 1184, o el de Corias (Asturias) en un monasterio reconstruido en el siglo XVII. Pero además de los inmuebles, la cadena custodia una colección de arte de más de 9.000 obras.
Otros muchos establecimientos invitan a perderse en la naturaleza alojándose en alguna de las áreas naturales más bellas de España. El de Aiguablava es un auténtico balcón al mar rodeado de pinares en la Costa Brava gerundense. Otras vistas que hipnotizan son las del establecimiento de la Cruz de Tejada (Las Palmas). O las de Santo Estevo (Ourense) en el corazón de la Ribera Sacra. O bien las de Vielha (Lérida) en el Valle de Arán.
Paradores, un dinamizador económico
Esta puesta en valor del patrimonio y su entorno se convierte además en dinamizador económico de aquellos lugares donde se ubica. Un motor importante en esos enclaves de la España vaciada que buscan argumentos para fijar su población. Un impacto que pronto se verá en el nuevo Parador de Veruela en Vera del Moncayo (Zaragoza) como el verano pasado ocurrió en Muxía (A Coruña), con la apertura del Parador de Costa da Morte.
Dos ejemplos que muestran la vitalidad de esta propuesta que tras atraer a trotamundos de todo el mundo durante nueve décadas, ahora convoca a esos viajeros más cercanos en busca de desconexión y una cuidada oferta gastronómica. Otra de las singularidades de su oferta.