Más allá del deseo de ser padres, cuando una pareja se plantea tener un hijo son muchos los factores que se valoran para tomar la decisión, y la economía es sin duda uno de ellos. No hablamos tan solo de las perspectivas laborales y los ingresos, sino también de la evolución del precio de la vivienda. Al menos esta es la principal conclusión de un amplio estudio elaborado por dos expertas economistas, Lisa Dettling, de la Reserva Federal de Estados Unidos, y Melissa Kearney, profesora de la Universidad de Maryland.
Su análisis estadístico se ha elaborado a partir de datos demográficos recogidos entre 1997 y 2006 y su relación con la evolución de los precios inmobiliarios durante ese mismo periodo.
El informe publicado recientemente en el Journal of Public Economics afirma que el aumento del coste de la vivienda provoca que la natalidad disminuya entre los que no poseen una casa en propiedad y que aumente entre los que la tienen.
Dettling y Kearney encuentran la explicación a este fenómeno en el grado de confianza que genera entre las parejas propietarias ver cómo se revaloriza su vivienda. Es decir, se sienten más seguros porque el valor de su patrimonio se incrementa y con ello también la seguridad para afrontar los importantes gastos que supone tener una familia.
Por el contrario, las parejas que no tienen casa propia son conscientes de que les será aún más difícil acceder a ese mercado, y ponen el punto de mira en que si se incrementa el coste de los inmuebles también aumentará el de los alquileres. Y, por tanto, creen que tendrán que utilizar una mayor parte de su renta para la vivienda, lo que frena la decisión de tener hijos.
La fórmula de las matemáticas y los nacimientos
Vayamos al detalle de los números que ofrece el estudio analizado. Centrado, lógicamente, en el mercado de Estados Unidos, según sus cálculos, un incremento medio de 10.000 dólares en el precio de los inmuebles hace que la natalidad entre los propietarios repunte un 5% y que baje un 2,4% entre los demás.
Si atendemos al porcentaje de propietarios de ese país –bastante inferior al que existe en España–, el resultado matemático es que esa variación de precios haría que la natalidad ascendiera un 0,8%.
Además, este análisis ha comparado la influencia del desempleo en el número de nacimientos y, sorprendentemente, apuntan que la variación de precios de la vivienda sería más determinante a la hora de plantearse tener familia.
Por otro lado, la respuesta entre las parejas que viven de alquiler merece una mención aparte: parece que el aumento de precios hace que, como hemos visto, se retrase la decisión de tener un segundo hijo (de hecho la natalidad en ese grupo social tiende a la baja), sin embargo no es determinante para tener el primero. La explicación podría estar en que a muchos de ellos convertirse en propietarios les parece lejano, de manera que no renuncian a su planteamiento vital de ser padres, pero a la vez limitan su descendencia.
Es difícil saber si ese estudio puede tener un paralelismo en el mercado español. No hay ninguno análisis nacional sobre el tema, aunque sí existe un informe similar elaborado por expertos británicos que ofrece resultados parecidos en un mercado más cercano al nuestro.
Como hipótesis podría plantearse que si el sector de la vivienda en España se revitaliza con fuerza, tal vez no sólo indique que nuestra economía mejora, sino que además sería un buen síntoma de que la natalidad, en la actualidad en horas bajas, va a cobrar un nuevo y deseado impulso.