Remodélate: de fábrica a moderno edificio de oficinas

Raúl Alonso

¿Cómo transformar una fábrica de bombillas de comienzos del siglo XX en un moderno edificio de oficinas? Este es el periplo vivido por la fábrica de bombillas Osram a manos de la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo (EMVS) de Madrid. Un ejemplo de recuperación de la arquitectura industrial en el corazón del distrito de Arganzuela, hoy al servicio de la Administración Pública.

Unos 300 empleados trabajan en las modernas instalaciones ubicadas en el número 13 de la calle Palos de la Frontera. Sobre un edificio de seis plantas y unos 7.000 m2 construidos, incluidos sótano y un nuevo piso edificado bajo la cubierta rehabilitada, esta singular construcción bebe de la influencia de la arquitectura fabril de Centroeuropa. La multinacional alemana de lámparas y sistemas de iluminación encargo la edificación al arquitecto español Alberto de Palacio, quien practicaba su oficio alejado del gusto neomudéjar que dominaba el Madrid de arranque de siglo XX.

Este profesional arrastraba una prometedora carrera desde muy joven. Con tan solo 32 años, Alberto había resuelto con brillantez el encargo de la construcción de la estación de Atocha y más tarde firmaría en Portugalete su obra cumbre con el puente colgante de la localidad vizcaína. Este currículum y el gusto europeo aprendido en el estudio de Eiffel, con quien colaboró en París, llevaron a Osram a confiarle esta obra que se realizó de 1914 a 1916.

Un hito para un nuevo barrio

El distrito de Arganzuela y su popular Paseo de las Delicias vivía en aquellos años una profunda transformación. El Plan Castro de 1850, un proyecto de ensanche de la ciudad de Madrid, había marcado la configuración del barrio sobre grandes manzanas con edificios de cinco plantas que convivían con la actividad agrícola y de recreo que formaban parte del llamado Tridente Barroco, un acceso a la trama de la ciudad por tres vías. Tridente comienza en la Glorieta de Carlos V y discurre hacia el Manzanares por la ronda de Atocha y los paseos de Santa María de la Cabeza y de las Delicias. Pero, no fue hasta el siglo XX cuando el barrio consolidó su expansión urbana con la instalación del gran Matadero Municipal y el mercado de abastos en la ribera del río. Hasta entonces, era una zona con una intensa actividad industrial, de servicios y metalúrgica en torno a la actual calle de Méndez Álvaro.

Y en ese entorno se levantó la elegante fábrica diseñada por Alberto de Palacio, que en 1991 se catalogó como Edificio de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid. Con esta distinción se reconocía la singularidad del edificio, que no solo estriba en la rítmica fachada y el gusto por la funcionalidad, también en sus soluciones constructivas: la fábrica fue pionera en incorporar el bautizado como Sistema Borrás, una patente del ingeniero Francisco Borrás, que utiliza cubiertas de hormigón armado sobre un sistema de bóvedas que permite habilitar grandes espacios interiores con tan sólo una línea de pilares.

Una rehabilitación respetuosa

La fábrica se transformó en un espacio diáfano de trabajo con una excelente luz natural y en 2001 el Ayuntamiento de Madrid decidió instalar en este lugar la sede de Empresa Municipal de Vivienda y Suelo (EMVS). Como no podía ser de otro modo, el proyecto de transformación fue respetuoso con la obra original, el Ayuntamiento madrileño conservó también la ampliación de la fachada posterior que data de 1960.

Accesible y seguro

En su fachada principal el único elemento que incorpora la reforma es una gran marquesina sobre su puerta principal de entrada que acoge también un sistema de rampas y escaleras para facilitar el acceso. Y es que la accesibilidad y la seguridad son los principales condicionantes de la última transformación del edificio.

La remodelación incluyó el derribo del área de almacenaje de la fábrica Osram y otras edificaciones administrativas anexas y, sobre su terreno, se construyeron dos bloques de viviendas con zona central ajardinada que da a la fachada posterior de la fábrica convertida en oficinas.

En planta, el edificio se distribuye sobre un enorme espacio central rodeado a su izquierda y derecha por dos escaleras de acceso a las distintas plantas. Las escaleras se han conservado íntegramente, incluso su pasamanos (adaptado a la altura de la normativa actual). Además, para facilitar el acceso a los distintos niveles de plantas, se han construido dos columnas de ascensores sobre la ampliación de 1960.

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El resto del espacio recupera todos los elementos característicos de la arquitectura original. Para solucionar la distribución de los suministros eléctricos e informáticos se ha optado por un suelo técnico, y para la división del gran espacio central, un sistema de mamparas modulares que permite distribuir las zonas de trabajo con flexibilidad.

La solución para conservar la bajo cubierta es quizá uno de los elementos más singulares en la adaptación del edificio. Se han aprovechado sus más de siete metros de altura para conseguir una nueva planta de trabajo iluminada con un sistema de claraboyas que respetan la cubierta original.

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El resultado es un edificio con una distribución muy diáfana y flexible, acorde a las necesidades de la Administración Pública y con gran comodidad de acceso para empleados y visitantes que, además, cumple la más exigente normativa de seguridad y salud laboral. Y todo, en el marco de una singular fábrica de bombillas construida hace un siglo. Un claro ejemplo de que la transformación y el cambio es posible sin dejar de lado el arte arquitectónico.

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