Todos estaremos de acuerdo en que el mayor reto del urbanismo y de los gestores municipales es hacer más habitables las ciudades. Hablamos, ante todo, de entornos saludables, un concepto amplio en el que se engloba la calidad del aire, la sostenibilidad, el incremento de los espacios verdes y de las zonas adaptadas al esparcimiento y la práctica deportiva.
Decía Alberto Ruiz Gallardón, el anterior alcalde de Madrid y actual ministro de Justicia, que la capital tenía que moverse. Y no se refería a la mejora del tráfico o del transporte público, sino a la necesidad de abandonar el sedentarismo, a la obligación de transformar las calles también en espacios donde la oferta deportiva fuera variada, cercana a cada barrio y gratuita.
Hace unas semanas la Comisión Europea publicó un eurobarómetro sobre el deporte del que se desprende que la mitad de los españoles rara vez hace ejercicio. De la otra mitad, el 51% lo suele practicar en parques o en la naturaleza, el 39% en un gimnasio o centro deportivo, y el 31% hace deporte entre casa y el trabajo.
Para conseguir el objetivo de incrementar el número de personas que le dedican unos minutos al deporte es fundamental contar con espacios habilitados para ello, próximos a su domicilio, para todas las edades y adaptados a las disciplinas más populares.
La gran mayoría de planes de urbanismo ahora contemplan que las zonas verdes siempre dispongan de estas instalaciones: desde rampas para skate y patinaje, tirolinas o campos de fútbol sala y baloncesto, hasta el trazado de rutas para recorridos a pie.
El Consejo Superior de Deportes, en colaboración con las comunidades autónomas, puso en marcha hace cuatro años el Plan para la Actividad Física y el Deporte, en el que se recogen algunas medidas que deberían ser contempladas en todas las actuaciones municipales sobre los espacios públicos.
Por ejemplo, adaptar circuitos aeróbicos para mayores, incorporar a las personas con discapacidad en la oferta deportiva local, convocar proyectos sobre deporte y eventos sociales (carreras populares, día de la bicicleta…) o desarrollar el Plan Nacional para el Transporte a Pie y en Bicicleta.
Quizá sea este ámbito, el de la bicicleta, el mejor símbolo de una transformación ciudadana que ha convertido la actividad deportiva pública y al aire libre en un elemento imprescindible en cualquier plan urbanístico. Por esa razón Madrid emprendió, entre otros proyectos, el trazado de una extensa red de carriles-bici que hoy tiene una longitud de casi 300 kilómetros. Deporte y sostenibilidad. No es el único ejemplo. Otras 10 ciudades españolas han invertido en estas instalaciones hasta alcanzar, según un estudio de la OCU, casi los 1.100 kilómetros en total.
Pero el deporte urbano no siempre exige contar con instalaciones, aunque sí necesita de un entorno apropiado que favorezca su práctica. Carolina Roero, licenciada en INEF y experta en gestión deportiva, apunta algunas de las propuestas con las que ya trabajan los ayuntamientos:
- Acondicionar rutas con pequeñas estaciones que informen acerca del ejercicio que se puede hacer en función del tipo de terreno, pendiente o escalinatas, proporcionando la información relacionada al consumo de calorías por tramos.
- Marcar con señales en el suelo recorridos a pie y proponer diferentes formas de afrontarlos: pasos largos, pasos cortos pero rápidos… Se diferenciarían por colores en función de la intensidad o dificultad.
- Elaborar un callejero trazando itinerarios y dando información del ejercicio físico que se realiza si se va caminando o en bici.
La ciudad se transforma para ser más habitable y saludable. Pero no olvides que al final la responsabilidad es tuya. Muévete.