En la actualidad, el 18% de la población española tiene más de 65 años. Las previsiones del Instituto Nacional de Estadística (INE) apuntan que la cifra se elevará hasta el 26% en 2031. Esta evolución demográfica tendrá un importante efecto en todos los sectores de la economía y por supuesto también en el mercado inmobiliario.
Consuelo Villanueva, directora de Instituciones y Grandes Cuentas de Sociedad de Tasación, sostenía en un foro inmobiliario organizado por la escuela de negocios IESE de Madrid que esa tendencia va a ser “una auténtica revolución en el sector”. En primer lugar porque se reducirá el número de jóvenes compradores de vivienda y, a la vez, porque estos tendrán menos recursos para financiar esa inversión.
España sigue siendo un país inversor en vivienda, tanto como modo de ahorro como forma de legado para los descendientes, que en muchos casos podían contar con la propiedad heredada de sus padres como ayuda para su propio proyecto de hogar. Sin embargo, las pensiones a la baja y los nuevos productos financieros (nuda propiedad, hipotecas inversas…) están convirtiendo la vivienda familiar en un activo con el que lograr financiar una mejor jubilación para sus propietarios. Por tanto, cada vez serán más los hijos que deban contar con sus propios recursos para invertir en vivienda.
El INE transforma esas previsiones en más cifras estimativas: para 2033 se crearán de media 120.000 nuevos hogares anuales, frente al medio millón de 2007. Y uno de cada tres hogares estará formado por mayores de 65 años.
Las nuevas posibilidades de inversión
“De estos cambios pueden surgir nuevos negocios de crecimiento, como las residencias de ancianos, que se han posicionado como un producto de inversión inmobiliaria alternativa a los tradicionales”, asegura Cristina Reina Olmedo, directora de Real Estate de la firma de asesoramiento financiero Arcano.
Un estudio de la consultora CBRE corrobora esa opinión: España cuenta con una media de 4,3 camas en residencias por cada cien personas mayores de 65 años, por debajo de las cinco camas de media que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). CBRE calcula que para 2030 la demanda se disparará hasta las 200.000 camas adicionales. La rentabilidad de la inversión resulta evidente.
“La inversión en residencias es el segundo sector más puntero para los extranjeros por detrás de las renovables –explica el director del Servicio de Estudios de Mapfre, Gonzalo de Cadenas–. Tenemos las infraestructuras, el clima y somos uno de los países más desarrollados en cuidados sanitarios”.
En paralelo, la ‘revolución de las canas’ también impulsará el mercado de la rehabilitación de viviendas, edificios y accesos urbanos para facilitar la movilidad de una población cada vez más envejecida. Así lo cree José Antonio Granero, socio fundador del estudio CGR Arquitectos: “Habrá que afrontar la creación o renovación de viviendas adaptadas y asistidas con servicios comunes, facilitando nuevas tipologías y un diseño urbano adaptado en el espacio público, áreas peatonales y accesibles, el mobiliario urbano, bancos, aseos accesibles, señalización urbana o la movilidad en el transporte público”.