Una de las principales tareas de los profesionales que realizamos proyectos de interiorismo residencial es acompañar a nuestros clientes en el momento de decidir los acabados o materiales constructivos de su vivienda. Y digo principales por lo dificultoso que es habitualmente para una persona profana en la materia decidirse por uno u otro material en una situación que normalmente es entendida como de no retorno.
La cantidad de factores a tener en cuenta antes de decidirse por un acabado concreto es extensa, pero podríamos resumirlo en base al sentido común y de esta forma ofrecer unas pautas que puedan servir de guía para tan importante decisión.
Pero antes de empezar quisiera hablaros del principal error que observamos de forma más común de lo esperable incluso cuando el responsable es un profesional: basar la elección de los acabados únicamente en la estética.
Los resultados estéticos son fundamentales, qué duda cabe, pero cuando se entienden de forma aislada suelen generar una serie de errores e inconsistencias coyunturales que pueden dar al traste con todo un proyecto dada su elevada cuota presencial. Contemplar sólo la estética de los acabados es entender el interiorismo de forma sesgada y sobre todo implica desperdiciar el inmenso potencial que nos ofrece una adecuada elección de los materiales de construcción adecuados.
Es cometido del proyectista descubrir, mostrar y aconsejar toda una gama de acabados para cada partida, y es responsabilidad del cliente elegir en base a los consejos profesionales recibidos. Normalmente el que habite la vivienda en cuestión debe tomar la decisión final dado que ésta también estará influida por gustos y filosofía personal.
Marco Vitruvio, arquitecto, ingeniero y tratadista romano, ya reflejaba este error en su conocido tratado De Architectura, escrito probablemente en el año 15 a.C. El más antiguo que se conserva y único de la antigüedad clásica. Vitruvio ya definía la arquitectura en base a tres aspectos fundamentales: Venustas (belleza), firmitas (firmeza) y utilitas (utilidad).
Si bien es cierto que con el paso de los siglos podríamos sumar al criterio de Vitruvio otros muchos factores, lo que jamás debiéramos hacer es reducirlos a la mínima expresión, prescindiendo de aspectos relacionados con utilidad, funcionalidad o firmeza a la hora de prescribir materiales y quedarnos única y exclusivamente con venustas.
Cuatro claves para elegir acabados en una vivienda:
1. Estética
Queda claro por lo descrito hasta el momento que es uno de los aspectos fundamentales a tener en cuenta, pero no el único.
Incluso una vez llegados a este punto es común seguir cometiendo errores. Uno de ellos es pensar que en el resultado estético influye exclusivamente la vista. Hay factores sensoriales que complementan, para bien o para mal, el sentido visual que ofrece un material. No debemos olvidar que todos tenemos 5 sentidos, no uno. Y en la mayoría de las ocasiones desaprovechamos el potencial de los otros 4.
Es bastante conocido el estudio realizado sobre el sistema olfativo por la Universidad Rockefeller en 1999, dirigido por los científicos Linda B. Buck y Richard Axel, a la sazón premio Nobel de Medicina compartido en 2004, que concluía que el ser humano es capaz de recordar en el corto plazo el 35% de lo que huele, frente al 15% de lo que le gustó, el 5% de lo que ve, el 2% de lo que oye y el 1% de lo que toca.
En base a datos tan reveladores como los expuestos, podríamos hacer mucho más que elegir en base a una estética visual no olvidando sentidos como el olfato, el tacto o el oído.
Por poner un ejemplo ilustrativo: las maderas nobles. El intenso aroma hogareño y natural que desprenden, y que incluso podría potenciarse artificialmente, es determinante para conseguir una sensación acogedora que para muchos es conditio sine qua non a la hora de diseñar una vivienda.
Las propiedades acústicas como atenuadoras de reverberaciones que poseen estas maderas nos ofrecen además un gran potencial en el momento de valorar otros factores o necesidades como el propio uso de la vivienda que abordaremos a continuación.
Y el tacto. La sensación experimentada al comer en una mesa de madera es totalmente diferente de la conseguida en una superficie acristalada, entre otras cosas debido al tacto. Y qué decir del suelo que pisamos, el paramento vertical del baño o dormitorio, el mecanismo con el que encendemos la luz… El tacto es otro sentido cuya importancia no debemos desatender por su influencia en la sensación de habitabilidad de una vivienda.
2. Función o destino final
Si la estética es fundamental a la hora de decidirse por uno u otro acabado, no lo es menos analizar el uso que se le va a dar al mismo, o al espacio del cual va a formar parte.
Un mismo acabado podría ser el idóneo para un paramento vertical (revestir una pared), y sin embargo estar totalmente contraindicado para un suelo por su escasa resistencia mecánica a la abrasión o rozamiento; pero claro, esto dependerá en gran medida del uso de ese suelo.
Debemos analizar factores como la transitabilidad, los productos o factores meteorológicos o humanos con los que entrará en contacto, la influencia del color o la textura en su uso diario, la maleabilidad o adaptación del material, etc.
3. Mantenimiento
Cualquier material constructivo requiere de un mantenimiento por mínimo que éste sea. Entendemos por mantenimiento labores tan básicas como la limpieza que dependiendo del acabado tendrá una u otra consideración y supondrá mayor o menor esfuerzo (económico en muchos casos), pero también el pulido que requiere una superficie de mármol de forma periódica, el acuchillado de una tarima de madera o la delicadeza de uso de ciertos acabados.
En la mayoría de ocasiones el mantenimiento de un acabado, o sistema constructivo, deriva en una cuestión económica. Son frecuentes ciertos errores, como utilizar grandes superficies acristaladas por su alto valor estético sin valorar convenientemente los costes de limpieza que requieren (sobre todo cuando son exteriores), o decidirse por materiales rugosos en zonas que requieren una higiene extrema, con acabados exageradamente porosos en zonas íntimas, etc.
4. Economía
El mercado en este sentido es muy amplio. Podríamos hablar de revestimientos de pinturas muy accesibles o de aplacados bañados en oro con precios inalcanzables para la gran mayoría de mortales.
La economía es un factor inabarcable en un post, pero sin duda es un aspecto a tener en cuenta. No obstante cabe decir que la tecnología nos ha acercado materiales otrora inaccesibles y hoy en día es más frecuente encontrar un freno en la imaginación, o conocimiento, que en el bolsillo.
Dicho todo esto, la decisión final pasa por la búsqueda eficiente del equilibrio entre factores estéticos, funcionales, económicos y de mantenimiento.
En determinados momentos nos interesará que funcionalidad y mantenimiento predominen sobre el resto de aspectos, pasando la estética a un segundo plano. Por ejemplo, si nos encontramos diseñando una vivienda de verano en la que buscamos inmediatez, limpieza rápida, cómoda, una vivienda funcional, de poco tránsito, centrada en el disfrute sobre todo exterior…
Por contra, si nos planteamos una vivienda con una estética muy cuidada, sublime, reflejo de una determinada personalidad o estatus con la que nos sentimos identificados, o fruto de una necesidad de posicionamiento incluso a nivel marca personal, que pudiera ser segunda o tercera residencia y en la que el factor económico tiene poco peso; en este caso habría que asumir un desequilibrio priorizando estética y funcionalidad.
En definitiva, se trata de aplicar sentido común desde una óptica global basada en 4 aspectos: estética, función, economía y mantenimiento; y apoyada en el conocimiento del mercado y la sicología de las personas.
Foto @striatic, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0