¿Sabías que cada año se producen en el mundo unos 150.000 millones de prendas? Este dato es del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El Centro de Información Textil y de la Confección (CITYC) aporta otra cifra muy significativa: de todo ese volumen de prendas, en Europa se tiran a la basura anualmente 5,8 millones de toneladas y solo un 25% se recicla.
Existen muchos proyectos para aumentar el porcentaje de reutilización de los desechos textiles, pero los más llamativos son los que proponen su uso como aislantes en la construcción, tanto en vivienda nueva como en obras de rehabilitación.
El proyecto INPAT, una iniciativa de varias empresas europeas galardonado con premios a la innovación, es uno de los pioneros en ese campo. El producto resultante del reciclaje tiene como principal característica la absorción de ruidos provocados por caídas, pisadas o golpes, y podría dar un valor nuevo al menos a 4 millones de kilos de residuos textiles cada año.
La lana de vidrio, el material más utilizado para el aislamiento acústico, consigue reducir el ruido de un impacto en 33 decibelios; el producto de INPAT lo disminuye en 44 decibelios y con la mitad de grosor.
Un aislante térmico muy verde
Este proyecto ha mostrado la viabilidad de utilizar prendas recicladas en la construcción, por eso otros investigadores están probando nuevos productos que sean más eficaces como aislantes acústicos y térmicos. Tres de ellos trabajan en la Escuela Técnica de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, María del Mar Barbero Barrera, Olatz Pombo y María de los Ángeles Navacerrada.
Están en plena fase de desarrollo de un material que, según las pruebas realizadas hasta ahora, mejora notablemente la eficacia de los aislantes más habituales, como la ya mencionada lana de vidrio, el yeso laminado o los conglomerados de cemento.
“Comparándolos con paneles de yeso laminado comerciales, nuestros paneles reducen las transferencias térmicas entre un 78% y un 107%. Esto conllevaría, a su vez, una reducción de los consumos energéticos asociados a la refrigeración y a la calefacción de los edificios, al tiempo que limitaría las emisiones de gases de efecto invernadero y mejoraría el confort térmico y acústico de las edificaciones”, explica Barbero.
Otra de sus características es la ligereza, hasta un 85% mayor que la de otros materiales aislantes, de modo que podría reducir el peso de las estructuras y, en consecuencia, también permitiría aligerar los elementos de carga. En definitiva, más ahorro.
El mayor inconveniente de incorporar el textil a las paredes, suelos y techos de los edificios es que, al ser productos inflamables, puede elevar el riesgo de incendio. Las investigadoras aportan como solución revestir los paneles con una solución de cal o de yeso, de manera que cumplieran con la normativa de seguridad.
El reciclaje de millones de toneladas textiles supondría, así mismo, reducir la producción de otros materiales que requieren un elevado gasto energético en su fabricación, con las consiguientes emisiones de CO2. De modo que aislar nuestra casa con ropa vieja puede ser tan eficiente como ecológico. ¿Qué opináis?