Con la llegada del otoño los hogares tendrán que afrontar de nuevo el coste que para la economía doméstica supone la puesta en marcha de la calefacción.
Lo ideal sería realizar un consumo responsable, es decir, ajustado a lo que realmente necesitamos. La agencia británica Energy Saving Trust asegura que sólo con bajar un grado el termostato de casa, una familia puede reducir en un 10% la factura energética. Y no se trata solo de dinero: menos consumo también significa menos emisiones de CO2 a la atmósfera.
Es imprescindible ser eficientes en el uso de la calefacción. El primer paso es elegir correctamente el sistema que instalemos en la vivienda. ¿Gas o electricidad? Depende del tipo de casa (unifamiliar, piso, vieja o nueva…), de los metros cuadrados, la zona donde se ubique (cálida o fría) y de si está habitada todo el año o esporádicamente. Estos son los sistemas más habituales:
- Calderas de condensación por gas. Para la Organización de Consumidores y Usuarios es el más eficiente: gran rendimiento calorífico y bajas emisiones de CO2. Junto con los emisores eléctricos, es el sistema que menos consume.
- Discriminación horaria con acumuladores. Hay que contratar la tarifa eléctrica que corresponde a este sistema e instalar acumuladores que mantienen la casa a una temperatura estable todo el día, aunque consumen sólo en el horario más barato.
- Emisores eléctricos. Aparatos individuales programables para cada habitación, idóneos en zonas templadas y para usos intermitentes. El consumo es bajo.
- Sistema Inverter. Dispositivos eléctricos que emiten tanto aire frío como caliente. Para zonas cálidas y costeras. El consumo es elevado.
- Sistemas de aerotermia. Lo más novedoso: aire acondicionado, agua caliente y calefacción. La opción más cara, pero puede ser muy eficiente si se combina con sistemas de energía solar.
Una vez escogido el tipo de calefacción que más conviene a tu vivienda (mejor con la ayuda de un experto), hay que tener presente una serie de consideraciones para sacarle el máximo rendimiento al menor coste:
- Imprescindible una puesta a punto del sistema. En otoño hay que revisar las calderas o los aparatos eléctricos. Un funcionamiento deficiente hará que gasten más energía para lograr las mismas calorías o que no calienten lo suficiente.
- Si la casa está vacía una gran parte del día, no tiene sentido mantenerla siempre a la misma temperatura. De la misma forma, no necesitas el mismo calor cuando estás viendo la televisión que cuando estás durmiendo. Hay que adaptar el consumo al uso y la mejor forma de hacerlo es con un termostato programable.
- La casa no se calentará antes porque subas más el termostato. Los sistemas de calefacción trabajan al máximo hasta lograr la temperatura marcada y luego entran en reposo. Si has fijado 25 oC, parará antes; si marcas 30 oC aunque basten 25, parará más tarde, recalentará la casa y gastará mucho más.
- Cierra los radiadores de las habitaciones que no uses. Menos superficie a calentar, menos consumo.
- Poco de lo anterior sirve si no cuentas con los cerramientos adecuados en las ventanas y si las paredes y techos no tienen aislantes. El calor se escapará y necesitarás un gasto mucho mayor para compensarlo.
Por último, considera que la temperatura adecuada quizá no es la que te permite andar ligero de ropa por casa. Un jersey y unos pantalones largos pueden ser muy cómodos y pueden ahorrar dinero y emisiones.
Foto @dangoodwin, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0