A lo largo de la historia nuestro entrañable río Manzanares ha sido siempre considerado como ‘de andar por casa’, casi de juguete, como si del escenario de una maqueta ferroviaria se tratara. Su reducido caudal ha sido incluso objeto de constantes sátiras por parte de novelistas y poetas del Siglo de Oro. Pero en la actualidad es una arteria imprescindible para que los madrileños disfruten de la naturaleza, el ocio y la diversión.
Francisco de Quevedo decía así en uno de sus poemas: «Manzanares, Manzanares, arroyo aprendiz de río». Tirso de Molina, por su parte, arremetía contra el castizo río de esta forma: «Como Alcalá y Salamanca tenéis, y no sois colegio, vacaciones en verano y curso sólo en invierno».
Ya en los años 30 se comenzó a elaborar un Plan Regional en el que los espacios fluviales tenían un gran protagonismo en el desarrollo e imagen identitaria de Madrid, con la intención de ensalzar al pequeño río Manzanares convirtiéndolo en espina dorsal de la ciudad. El sistema metropolitano de parques se articulaba en torno al Manzanares, se proponía establecer una serie de baños populares, clubs de remo, natación, y restaurantes. La intervención más curiosa y lúdica, era la llamada Playa de Madrid, cuyo proyecto incluía una presa con compuertas metálicas, las cuales permitían conseguir una lámina de agua estable, como «un mar en calma”. De esta idea del Manzanares como imagen de Madrid habla el Historiador de arte Carlos Sambricio en su libro Las promesas de un rostro, Madrid 1920-1940.
Sin embargo, este proyecto nunca vio la luz y durante muchos años el entorno del Manzanares fue utilizado como trasera urbana y espacio residual. Mucho más aún cuando la irrupción de la M-30 rompió la Avenida del Manzanares como eje lineal continuo en los márgenes del río. El resultado de esta operación se convirtió en una carretera transitada por más de 200.000 vehículos diarios que aislaban a los ciudadanos de ambos márgenes del río.
Por suerte, hoy podemos afirmar que esa necesidad de apertura de la ciudad hacia el río y la integración de éste en el centro urbano de la capital es cosa del pasado. Actualmente son 33 los pasos que permiten a los madrileños, bien sea a pie, en coche o en tren, cruzar el Manzanares en su tranquilo discurrir de norte a sur de la capital. Y gracias al proyecto Madrid Río se ha convertido en un espacio de ocio, deporte y disfrute al aire libre de los más concurridos de la ciudad.
Pasear por el Madrid del Manzanares
Excepto una pasarela y el puente de la Reina Victoria, todos son de nueva construcción o han sido rehabilitados y ampliados. En concreto, han sido 19 los pasos renovados, entre los cuales, se incluyen siete de las llamadas presas históricas o el Puente Oblicuo, con sus pinos asomados sobre el Manzanares. Por otra parte, son 12 los de nueva construcción, entre puentes y pasarelas. De hecho, ningún madrileño que viva en la zona o simplemente decida pasear por las orillas del Manzanares, tendrá que recorrer más de 300 metros para encontrar un paso por donde cruzar el río, una cifra bastante curiosa si la comparamos con los grandes ríos de ciudades como Londres, París, Budapest, Nueva York, Tokio o El Cairo.
Pero, además, gracias al completo sistema de puentes y pasarelas, se ha incorporado el río como doble línea de fachada de la ciudad, configurando un conjunto enlazado de espacios verdes que se infiltran esponjando la ciudad, consiguiendo así esa ansiada reconciliación entre Madrid y su modesto río, el Manzanares.
Imagen destacada @Rick Ligthelm, distribuida con licencia Creative Commons By-2.0