Vivir en el campo presenta algunas ventajas incontestables: desde la tranquilidad del entorno a la pureza del aire pasando por el precio más bajo de los gastos rutinarios. ¿Es eso suficiente para empujar a la generación millennial a cambiar la vida urbana por un entorno rural? No parece que los jóvenes que nacieron entre 1981 y 1993, digitales e hiperconectados, vayan a verse tentados en masa por la plácida desconexión que promete la vida fuera de la ciudad.
En Estados Unidos, sin embargo, algunos promotores inmobiliarios han dado en la clave desarrollando unos entornos residenciales que ofrecen un estilo de vida híbrido que ha conseguido inclinar la balanza para muchos de ellos. Se trata de los agrihoods, un neologismo formado con la fusión de las palabras agricultural y neighborhood y que vendría a significar algo así como “vecindario agrícola”. El Urban Land Institute americano lo define como “una comunidad construida alrededor de una granja o una plantación”, un concepto que combina la bondades de la vida en el campo con las alternativas sociales y de ocio que otorga la gran ciudad.
Las ventajas el campo y las comodidades de la ciudad
El radar de la publicación americana Business Insider detectó ya en 2017 la proliferación de este tipo de comunidades gracias a un número creciente de millenials urbanitas que, progresivamente, cambiaban su casa en las afueras de sus ciudades por un entorno tranquilo en el que cultivar sus propios alimentos sin renunciar a las comodidades de un barrio residencial. Se trata, en su mayoría, de jóvenes con una buena posición económica interesados en un estilo de vida saludable, con gran conciencia medioambiental y que valoran el hecho de poder disfrutar de su tiempo de ocio al aire libre con sus amigos y familiares.
El precio de adquirir una vivienda en un agrihood se sitúa entre los 350.000 y los 900.000 euros. Las construcciones cumplen con altos estándares de sostenibilidad (paneles solares, sistemas de gestión y reutilización de residuos…) y los vecindarios, además de huertos y granjas como centros neurálgicos, cuentan con piscinas públicas, gimnasios, parques, colegios, club sociales o restaurantes. Además, no suelen estar excesivamente alejados de la ciudad.
El día a día un agrihood
Aunque cada una de estas comunidades presenta sus propias particularidades (Agritopia, en Phoenix, o Rancho Mission Viejo, en California, son algunos de los agrihood pioneros, aunque actualmente existen más de 200), la mayoría presentan unas características en común.
Granjas y huertos, generalmente orgánicos, se mantienen gracias a las aportaciones económicas de los vecinos y a algunas horas de trabajo voluntario (aunque las comunidades cuentan con profesionales que guían en los cultivos y en el cuidado de los animales), lo que da derecho a cada familia a una cierta cantidad de alimentos semanal producida en su mismo vecindario.
Por lo demás, los agrihood son vecindarios formados por jóvenes familias (aunque se suele reservar una cuota para mayores retirados con el objetivo de promover la diversidad generacional), tranquilos y seguros, en los todos los elementos están accesibles y bien conectados y en los que se impulsa la vida en comunidad y la conexión entre vecinos con iniciativas como la instalación de cocinas comunales al aire libre o animadas agendas de talleres y eventos públicos. Una peculiar manera de aunar los mejor de dos mundos a priori contrapuestos a medida de las expectativas de la generación con más potencial para invertir en vivienda en este momento.