En España hay 187 faros que conservan las viviendas que una vez acogieron a los viejos fareros con sus familias. En muchos casos, la tecnología hace tiempo que apagó sus luces y los que aún funcionan han cerrado sus instalaciones anexas. Al menos, hasta ahora.
En 2013 el Ministerio de Fomento anunció un plan para permitir que los faros puedan convertirse en hoteles y hace unas semanas, Puertos del Estado, el organismo encargado de su conservación, ha comenzado a realizar las concesiones a través de concursos públicos.
Ya existen algunos proyectos avanzados de alojamientos que podrían abrir sus puertas el próximo año. Es el caso del faro de la isla Pancha, en Ribadeo; el de Trafalgar, en Barbate; el de Tabarca, en Alicante, y el del Cabo de San Antonio, en Xábia.
Según explica José Llorca, presidente de Puertos del Estado, “se han recibido consultas en firme para unos 20 faros, sobre los que se ha aportado documentación y primeras alternativas, pero la mayoría de ellas están en fase inicial”.
El proceso de reconversión va a ser similar al que se siguió en Italia hace tres años: el Estado facilita el arrendamiento a cambio de una cantidad anual y el compromiso del concesionario de llevar a cabo una rehabilitación que respete la construcción original y el entorno.
El faro de Spartivento, en Cerdeña, fue el primero de estos hoteles italianos en abrir sus puertas. El propietario obtuvo una concesión de 38 años, corrió con todos los gastos de la adaptación y tiene que pagar 3.000 euros mensuales de alquiler. Una inversión considerable que debe rentabilizar con solo seis habitaciones, eso sí, de calidad cinco estrellas a 500 euros la noche.
Pero antes que en Italia, esta iniciativa se había hecho popular en otros países europeos, sobre todo en Noruega, donde 60 faros históricos constituyen una red de alojamientos singulares con una alta demanda. Haugjegla en la isla de Smøla, Ryvarden cerca de Haugesund, y Kråkenes en Stryn and Nordfjord son tres de los más visitados.
Gran Bretaña también ha ido dando una solución a sus faros en desuso vendiéndolos como viviendas particulares u hoteles. Por ejemplo, en Gales se puede comprar el faro de Dale por 975.000 libras (alrededor de 1.300.000 euros). Y, por 200 euros diarios, es posible apreciar toda la belleza de la costa de Eastbourne desde los ventanales panorámicos del Belle Tout.
Sin embargo, no hay que irse al extranjero para comprobar el éxito turístico de esta oferta costera. Hasta ahora no ha sido posible dormir en un faro, pero sí se han construido alojamientos y restaurantes cercanos para disfrutar al menos de esas ubicaciones de privilegio, como es el caso del Semáforo de Bares (A Coruña), el Faro de Cap de Creus (Girona), el Far (Llafranc, Girona) o el O Semáforo (Fisterra, A Coruña).
El nuevo uso de los faros promete ser rentable, aunque los inversores se enfrentan a algunas dificultades. La principal de ellas es que la normativa de Puertos del Estado no permitirá ampliar las instalaciones ni levantar otras construcciones distintas a las originales. Hablamos por tanto de hoteles pequeños, con pocas habitaciones, de los que disfrutar será todo un lujo.
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