Vivir en el Levante: una mirada más allá de Valencia

Equipo de Redaccion

Dicen que Valencia es una de las localidades con mayor calidad de vida de España y pocos pueden opinar lo contrario cuando han tenido la oportunidad de conocerla a fondo. Los ejemplos más notables de los últimos meses son la adaptación de la ciudad a la utilización de la bicicleta o la unión de varias universidades valencianas para desarrollar proyectos de investigación que mejoren el conocimiento tecnológico. Pero ampliemos la mirada.

De la misma forma que no puedes apreciar realmente el valor de una casa sin considerar en qué barrio está, lo que ofrece el vecindario y la belleza del entorno, tampoco puedes sentir de verdad una ciudad sin considerar su ubicación y explorar sus alrededores.

Pues hagámoslo. Realicemos un recorrido virtual por ese Levante privilegiado que desde hace más de 2.000 años enmarca la capital valenciana. Pongamos como límite 50 kilómetros a la redonda (no más de 45 minutos en coche).

Primera referencia obligada: el Parque Natural de la Albufera (unos 15 kilómetros al sur de Valencia). Cientos de hectáreas de lago litoral (el más grande de la Península) con una riqueza ecológica que ha trascendido la geografía para llegar a la literatura, a través de las obras de Blasco Ibáñez y, por supuesto, a la gastronomía.

Sus arroces forman parte de la cultura popular: paella, arrós a banda, all i pebre (con anguilas) o paella de pato son joyas culinarias para degustar en localidades típicas de la Albufera, como El Palmar o El Saler.

Aunque ya que lo mencionamos, ese no es el único atractivo del Saler. Al sur del pueblo aparece una de las playas más espectaculares de todo este litoral, 2,5 kilómetros de arena fina en un entorno natural y salvaje. Un paisaje similar al que ofrece la vecina playa de la Devesa, enclavada en el corazón de la Albufera.

Estamos en la costa levantina, de manera que playas no faltan. Los valencianos también disfrutan de la de Pinedo, la Garrofera o la de Perellonet. Aunque como aquí todo se relaciona con el mar, a veces se olvida que Valencia también es campo y sierra.

Miremos ahora al norte. A solo 25 kilómetros de la capital emerge a lo alto otro parque natural, el de la Sierra Calderona, con picos que durante el invierno llegan a cubrirse de nieve, un contraste espectacular con la costa siempre soleada. La cumbre más visitada es la de Garbí porque desde su mirador ofrece unas vistas fantásticas de la zona norte de la ciudad y la verde huerta de Valencia.

Y lo que no ha dado la naturaleza, lo ha puesto el hombre. Un primer ejemplo: el Monasterio de Santa María del Puig, a la vez convento y santuario, que tiene sus orígenes en el siglo XIII. Un poco más al norte, el emblemático castillo de Sagunto habla de la importancia histórica de esa parte del Levante. Por esa fortaleza que domina la ciudad del mismo nombre pasaron íberos, romanos, visigodos y árabes.

Y de un pueblo con historia a otros varios con encanto (todos, como decíamos, a 45 minutos en coche de la capital). Buñol es el más conocido en el mundo por la famosa fiesta de la Tomatina (finales de agosto), pero su casco histórico y su castillo merecen una visita menos agitada.

Cullera, que comienza donde acaba la Albufera, se abre al Mediterráneo con unas magníficas playas, desde las que se distinguen imponentes su castillo y sus murallas. Y en Gandía, cuna de la fideuá, se disfruta del mar (por algo es punto neurálgico del turismo levantino) y de monumentos como el Palacio Ducal y la Iglesia de Santa María de Gandía.

Valencia es grande porque es mucho más que su núcleo urbano. Valencia es grande porque lo tiene todo.

Imagen destacada @Vincent Desjardins, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0.

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