Te despiertas sobresaltado… No ha sonado el despertador… ¡Vas a llegar tarde a la oficina! Un momento… ¿dónde estás? Esta no es tu casa. ¿Por qué estabas durmiendo en el suelo?
Te pones de pie y empiezas a investigar. Hay gente durmiendo a tu lado. Tres niños… una mujer… una señora mayor… El reloj marca las 5 de la mañana y sin embargo es de día. Todo es bastante austero. Entras en otra habitación donde hay una pareja y otro niño. Casi no hay muebles… sólo un televisor y una pequeña radio. Todo parece estar hecho con materiales más que humildes: madera, cartón, chapa… Entras en la cocina y tampoco encuentras mucho lujo allí.
Es como si se hubieran llevado todo: microondas, lavadora, tostadora, máquina de café, thermomix… Sigues recorriendo la casa hasta llegar al baño. ¡No hay bañera, ni váter, ni bidé! En su lugar ves un agujero y un depósito lleno de agua con un cazo dentro.
Te miras al espejo… ¿quién es ese? ¿Dónde están tus ojos verdes, tu piel blanquecina por la luz del flexo y tu enorme nariz? En su lugar… hay unas facciones que no reconoces… como de otro país. Lejano. Desconocido. Ojos negros a juego con pelo y piel. Quieres decir en voz alta: “¿Qué está pasando?” y de tu boca sale un extraño “Daripada ini jadi?”. Hablas raro. Un momento… ¡Oyes voces que vienen del salón! Te acercas con mucho cuidado y los niños vienen corriendo y se te tiran encima. Aunque mueven la boca de una forma extraña al hablar, entiendes todo lo que te dicen. Van a prepararse para ir al colegio. Les preguntas que porqué tan pronto y te miran raro… “está a 5 kilómetros y tenemos que ir andando papá… como todos los días”.
¿Papá? ¡Si tú no tienes hijos! Los niños se quitan la ropa y se meten en el baño. Empiezan a coger agua con el cazo y a tirársela por encima. Te giras y vas hacia la cocina. Ves a las dos mujeres friendo un montón de cosas en una enorme olla. Te dan una especie de empanadilla rebozada en un plato. La pruebas por no quedar mal. Es un plátano y la verdad es que está bastante bueno. Te ponen un vaso con café molido al que le echan agua caliente y un poco de leche condensada (“Kopi susu”, te dice una de las mujeres) y te preguntan si quieres gado gado. Dices que sí, por no importunar, y te ponen otro plato de comida.
Es una especie de pasta de cacahuete con verdura y algo que te suena pero no sabes qué es. Sabe a arroz, pero no estás seguro. El otro “hombre de la casa” se sienta junto a ti en el suelo y empieza a comer como si fuera la última vez. A partir de este momento, decides hacer lo mismo que él.
Después de desayunar os ponéis a ver un partido de fútbol de la liga inglesa. Te pregunta que si te duchas tú primero o lo hace él y le cedes el honor. Después, os subís en un scooter y aparecéis en una casa a medio construir. Varios hombres os dan la bienvenida y empezáis a darle forma al proyecto.
La casa está sobre pilares encima de una charca cuadrada. No hay ningún tipo de medida de seguridad, ni planos, ni dibujo previo. Mientras trabajáis, saludáis a todo el que pasa bajo el intenso calor. Te preguntas dónde están las cañerías para el baño, pero enseguida caes en que… la charca que está debajo es la futura alcantarilla. Hacéis un pequeño parón para reponer fuerzas. Sacas de una bolsa que te han dado en la casa un pequeño paquete. En su interior, hay una hoja de palmera que protege varios trozos de pollo y una considerable cantidad de arroz. Buscas los cubiertos pero, antes de que te des cuenta, ves que todos los demás están comiendo con las manos, así que, haces lo propio. Seguís trabajando un par de horas más y, antes de volver a casa, el que parece el jefe te da tres billetes de 10.000 rupias Indonesias.
¿Estás en Indonesia? Sigues sin entender nada. Por el camino, ves como muchos niños de 5 o 6 años van andando solos por el camino de tierra hacia sus hogares. Recogéis a los vuestros del colegio y seguís los cinco en el scooter. Al llegar os tiráis en el suelo a hablar delante de un rico café con posos. La conversación dura un par de horas y se va mezclando con otro turno multitudinario de duchas a cubazos. Para cenar toca un poco de todo: arroz, pollo, dulces de todo tipo y… antes de que te des cuenta, caes rendido en uno de los colchones. Ha sido un día duro. Mañana más. Tiririrí… tiririrí… tirirí… Suena el despertador. Abres los ojos. ¿Dónde estás? ¡En tu casa de Madrid y te tienes que ir a la oficina!