Imaginemos a un propietario de un terreno donde desea levantar una casa. Pretende que sea muy económica; que pueda estar terminada en un plazo máximo de tres meses; que le permita crecer o menguar según las necesidades familiares; y en la que el diseño sea una de sus características diferenciales junto a la sostenibilidad, una condición esencial tanto de su construcción como de su uso.
Si es así, está pensando en contenedores marítimos, los mismos que durante unos años llenan los puertos de mercancías y que, ahora, pueden prolongar mucho más su vida útil al convertirse en casas evolutivas o modulares. Es decir, viviendas (o locales comerciales o centros para la organización de eventos) que se adaptan a las necesidades de espacio o a la capacidad inversora en cada momento del propietario.
No es una idea nueva. El arquitecto Adam Kalkin fue el pionero con sus recintos de estética industrial instalados en EE.UU a finales del siglo pasado. Entonces, la innovación se consideró más una propuesta artística que un avance práctico, hasta que Nicholas Lacey creó las London’s Container City I y II, un barrio al completo de contenedores reciclados.
Esos cubos de acero ya forman parte de un arriesgado concepto arquitectónico de vivienda funcional, reciclada, económica y sostenible que también está encontrando mercado en España. “Ahora mismo tenemos muy avanzada una vivienda de unos 80 metros cuadrados que se ubicará en Guadalajara. Estamos acondicionando los contenedores en nuestra fábrica de Elche para después instalarlos sobre el terreno”, explica Laurent Martínez, uno de los socios de la empresa española StreetBox, que en pocos meses ha despertado una gran expectación en el sector con sus diseños evolutivos.
¿Cuáles son sus características? ¿Y sus ventajas?
- Los módulos (contenedores) pueden conformar toda la estructura de la vivienda o bien completar una construcción convencional. Por ejemplo, añadiendo una zona de invitados a la casa principal, un cuarto de juegos o un comedor para fiestas.
- Son piezas prefabricadas, es decir, son bienes muebles, no inmuebles. Por lo tanto, no se consideran una construcción, de modo que es posible instalarlas en terrenos protegidos.
- “Aproximadamente, el metro cuadrado acondicionado (excluyendo el terreno, claro) sale entre 700 y 800 euros. Estaríamos hablando del 20% menos de lo que cuesta una construcción clásica”, apunta Laurent Martínez.
- El tiempo máximo de finalización de la obra no suele ser superior a los tres meses. “Tomando como referencia la casa que estamos preparando para Guadalajara, realizar las terminaciones, la preinstalaciones de luz, gas, etc., los troquelados de las ventanas… En fin, toda la preparación de los contenedores nos llevará unos dos meses –añade Martínez–. Apenas hay variaciones porque la obra se realiza en un taller cerrado, sin retrasos por motivos meteorológicos. Al tiempo, se acondiciona el terreno, con el solado y demás, para realizar la colocación de los módulos (acoplaje, cerramientos, acometidas…), que lleva como mucho otra semana”.
- Según Nicolás Fiore, director de diseño en StreetBox, la casa evolutiva supone “una visión responsable y sostenible del uso de los materiales y de la energía”. Dicho de otra forma, un contenedor de acero reciclado y preparado para su habitabilidad logra una total eficiencia energética: entre un 20% y un 30% de ahorro sobre una factura media.
¿Y la durabilidad? “Hablamos de acero, con una garantía total en las terminaciones… Puede durar todo lo que desees con un mantenimiento mínimo”, concluye Laurent Martínez. Quizá la gran evolución de la construcción esté en la casa evolutiva.
Imagen: StreetBox