Entre lo bucólico y lo solitario. Entre lo idílico y lo poco práctico. Entre la estética y la tradición. En el lago Inle de Myanmar, te puedes encontrar una serie de construcciones de madera que, de forma milagrosa, se mantienen sobre el agua sujetadas por estrechos, pero robustos pilares. Estas edificaciones hand made que se mantienen en pie contra todo pronóstico, son el hogar de mucha gente. Rudimentarias, espartanas, sencillas… Casas flotantes que florecen en el agua formando una estampa visual que te atrapa mientras navegas entre ellas por sus amplias y húmedas calles.
Cielo azul… agua negra… y varias preguntas: ¿Quién vive ahí? ¿Cómo es un día cualquiera para ellos? ¿Qué hacen? ¿Podría yo vivir aquí? Vivir en un lugar así y no haber aprendido a nadar, debería ser considerado como intento de suicidio. Hablamos de casas que te hacen pensar en un tipo de vida tan diferente a la tuya que ni siquiera eres capaz de imaginar. Es algo que se sale de lo normal. Prueba de ello es que en tu cabeza, al admirarlas con cierta incredulidad, se mezclan todo tipo de sensaciones que se resumen en un combate cuerpo a cuerpo: «lo exótico» vs. «lo incómodo».
Decidirse a fundar un hogar en forma de casa flotante tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Las características fundamentales (en clave de humor) a primera vista son:
Cosas buenas…
1- No necesitas humidificador.
2- No te tienes que comprar un remolque para transportar tu barca o alquilar un atraque en un muelle.
3- Puedes pescar desde la cama (relaja el doble).
4- Si se produce un incendio, tienes suficiente agua a mano para apagarlo.
5- Estás a salvo de vendedores a domicilio, encuestadores y demás.
Cosas menos buenas…
1- Ya puedes tener todo tipo de repelente antimosquitos a mano para no morir a picotazos.
2- Volver de hacer la compra y que se te haya olvidado el pan, no es nada divertido.
3- En ocasiones huele “raruno”. Son los bajos a la casa. Sin comentarios.
4- Si eres sonámbulo, tienes un problema bastante grande.
5- Nadie te va a regalar un perro por tu cumpleaños y, si lo hace, es que no le caes bien.
Puestas sobre la mesa las ventajas y desventajas más importantes, imaginemos por un instante lo que supone en tu día a día, eso de vivir en medio de la nada y rodeado de agua. ¿Cómo influye en tu estado anímico que para cualquier gestión tengas que coger tu pequeña barca y, en ocasiones, cruzarte un lago entero sobre el que a veces diluvia? ¿Te hace esa limitación de movimientos más perezoso o te obligará a salir de casa y relacionarte para no sentirte encerrado y solo? Nosotros, damos un paso al frente y reconocemos que muchas veces, cuando vivíamos en el barrio de La Latina de Madrid, nos quedábamos en casa todo el día porque ya estábamos en el centro. Así que… te vas al centro, para no salir de casa. Curioso, ¿no?
La gente en Inle Lake coge su barca remando con una pierna para tener las manos libres y poder pescar. Se ganan la vida en el mercado vendiendo tomates que cultivan en sus huertos flotantes o trabajando en algún taller artesanal en el que hacen pañuelos de hilos vegetales, joyas de plata, lían tabaco… Comen fuera y están en contacto con sus vecinos. Se conocen y se saludan sin miedo.
Aunque en un primer instante pueda parecer que, si te gusta la soledad y te llevas muy bien contigo mismo, el Lago Inle es el mejor hogar que puedas tener… a veces, estando en una ciudad con millones de personas alrededor, estás más solo que en medio de un lago donde «no hay nadie». Lo cual, da que pensar, ¿no?
Cierto es que si tienes pareja, conviene no discutir en exceso porque no podrás decir tan alegremente lo de «pues me voy a un hotel», y has de saber que, la gente que vive en este tipo de construcciones hace todo en el lago. Se baña en él, lava la ropa en él, coge allí agua para cocinar… ¿Podrías tú hacer lo mismo ahora? Siendo el que eres y acostumbrado a las comodidades con las que has crecido, ¿qué tal sería un martes cualquiera sin microondas, sin ascensor, sin centro comercial, sin hospitales cerca, sin cine… ?
Probablemente tu vida sería una montaña rusa de sensaciones encontradas. Puntos de inflexión emocional que te llevarían de la tranquilidad al tedio. Al principio te costaría manejarte en el medio… después te adaptarías (siempre lo hacemos)… luego te aburrirías (no lo dudes) y por último… te acostumbrarías a tu nuevo hogar. Un hogar pasado por agua en el que tendrías todo lo necesario para vivir en el sitio en el que estás. Porque los hogares no están por ahí esperándote a que llegues… florecen donde estás tú.