A partir de 2018 comenzarán las obras para incorporar el Salón de Reinos, edificio histórico situado junto a la iglesia de San Jerónimo el Real, al Museo del Prado. Se sumarán así 2.500 metros cuadrados al conjunto arquitectónico de la pinacoteca (un 16% más) a través de la rehabilitación de lo que hasta 2010 fue el Museo del Ejército.
El estudio del británico Norman Foster, en colaboración con el del español Carlos Rubio, será el encargado de llevar a cabo la reforma y ampliación, después de haber ganado un concurso en el que han participado algunos de los arquitectos más prestigiosos del mundo, como Eduardo Souto de Moura o Rem Koolhaas.
El proyecto, con un presupuesto aproximado de 30 millones de euros, es un desafío que pretende, por un lado, restablecer el diseño original del Salón, una joya del barroco transformada a finales del siglo XIX, y por otro, armonizar y conectar de manera funcional el edificio con el campus del Prado, integrado hasta ahora por el Palacio de Villanueva (la sede central), el Casón del Buen Retiro, y la ampliación de los Jerónimos.
Recuperar el Salón de Reinos
En el siglo XVII, Felipe IV ordenó levantar este palacio para recibir a embajadores y mandatarios en un marco grandioso, adornado con obras artísticas como ‘La rendición de Breda’ de Velázquez, para mostrar así la magnitud de su poder. El objetivo de Foster y Rubio es recuperar ese esplendor, pero haciéndolo más abierto y luminoso.
Se va a crear un gran atrio de acceso por la fachada sur que a la vez servirá de protección a la fachada original, en la que volverán a destacar los huecos y balconadas. Sobre ella, en un tercer piso casi diáfano, se abrirá el espacio para la exposición.
“El proyecto se basa en una reflexión inteligente sobre el edificio, su historia y los usos que queremos tener. Se va a poner en valor la memoria del palacio que, a su vez, será el corazón de la intervención”, ha asegurado Miguel Zugaza, director del museo durante 15 años.
La transformación urbana
Pero no se trata solo de rehabilitar el edificio, sino de acometer un cambio en el entorno que configure un nuevo espacio urbano sin vehículos y vertebrado por el museo. Para ello se trazaría un eje peatonal que enlazaría el Parque del Retiro con el Salón de Reinos, a través de la calle Felipe IV. La zona peatonal se abriría hacia el sur para acceder al resto del campus museístico, incorporando al conjunto el edificio de la Real Academia.
“Nuestro punto de partida ha sido un concepto desdoblado –explica Norman Foster–. De una parte, el edificio en sí; y por el otro, su posición, su vinculación con la ciudad y su conexión con el resto del complejo que integra el Prado, una suerte de posición urbana crucial. Estábamos trabajando el interior del edificio y, simultáneamente, tratando de ver cómo establecer la conexión entre la ciudad, el emplazamiento y el edificio en sí mismo”.
Esta será la segunda gran ampliación del Prado, después de la realizada por Eduardo Moneo en el Claustro de los Jerónimos, y culminará las celebraciones previstas para 2019 por el 200 aniversario de la pinacoteca.
* Fotos cedidas por el estudio de arquitectura ganador del proyecto.