Vatios, lúmenes, color, consumo, duración… La enorme oferta que existe en el mercado ha convertido comprar una bombilla en un desafío, que requiere ciertos conocimientos técnicos, para acertar con lo que mejor se ajusta a tus necesidades.
A partir de un informe preparado por la Fundación de la Energía de la Comunidad de Madrid, te ofrecemos una guía con 5 pasos para no perderte en el intento:
- ¿Halógenas, fluorescentes o LED?
Las halógenas funcionan con un sistema similar a las clásicas incandescentes, ya prohibidas, pero son más eficientes y duran mucho más: unas 3.000 horas. Sin embargo, no pueden competir ni en ahorro ni en duración con sus oponentes.
Hay dos sistemas de bajo consumo. Los fluorescentes aprovechan el 80% de la electricidad que utilizan para que se ilumine el gas de su interior (se desperdicia el 20%). Su vida útil está entre 6 y 8 años. El mayor inconveniente es que contienen mercurio, lo que hace que el gas sea tóxico y resulte peligroso cuando se rompen. Además, su reciclaje es más difícil.
Las bombillas LED son diodos sólidos que se iluminan al pasar por ellos la electricidad. Son completamente seguras, ahorran más (aprovechan el 90% de la energía) y duran un poco menos, entre 5 y 6 años. Además, no emiten calor, por lo que no queman al tacto.
- ¿Cuánta luz necesito?
Antes la intensidad se medía solo en vatios, que es la potencia de electricidad que precisa la lámpara. Ahora se utilizan los lúmenes, que nos indican el flujo de luz que va a emitir la bombilla.
Se puede hacer una equivalencia para entenderlo mejor: 250 lúmenes corresponderían a la intensidad de una antigua bombilla de 25 W; 470 lúmenes serían como una de 40 W, y 1.520 lúmenes, a la de una de 100 W.
Pero eso no significa que consuman esos vatios, es solo una equivalencia. Precisamente el gran avance de las bombillas de bajo consumo es que logran esas intensidades con menos gasto.
- ¿Qué tono es mejor?
El tono de la luz, que puede ir de los amarillos anaranjados a los blancos, se mide en grados kelvin (K). Aunque parezca una contradicción, cuanto más alta sea la temperatura, más se aproximará a la luz fría. Así, 2.700 o 3.000 K están en la franja de luz cálida (amarilla), y a partir de los 5.000 K es una luz fría (blanca).
Los tonos cálidos son relajantes, por lo que resultan más aconsejables para el salón, las zonas de lectura y el dormitorio. Los blancos favorecen la concentración y el rendimiento, además de definir mejor los objetos, por lo que son adecuados para la cocina o zonas de trabajo. En los baños, lo perfecto sería contar con una combinación de ambos o bien optar por unos tonos medios, de entre 4.000 y 4.500 K.
- ¿Cómo reproducen los colores las distintas bombillas?
Esta es una característica que tiene su importancia en la decoración del hogar. La mayor o menor capacidad de reproducir fielmente los colores de los objetos de cada estancia se determina por el Índice de Reproducción Cromática (IRC). Tiene una escala de 0 (el mínimo) a 100 (máxima nitidez de los tonos).
- ¿De qué manera distribuyen la luz?
Las lámparas halógenas son direccionales, es decir, emiten su flujo hacia un solo punto, como si fueran focos. Las de bajo consumo ofrecen bombillas con diferente distribución de la luz: desde los 15 grados (similar a un halógeno), pasando por los 30 grados, los 60 grados y hasta los 120 grados, la mayor abertura, ideal para iluminaciones generales.