A comienzos de año, el profesor Behrokh Khoshnevis, de la Universidad del Sur de California (EE.UU.), anunciaba el comienzo del proyecto Contour Crafting: la construcción de una gigantesca impresora 3D que, aseguran, será capaz de fabricar una casa de dos plantas en solo 24 horas.
El dispositivo trabajará con dos grandes brazos telescópicos que se mueven en planos horizontales y verticales. A sus cabezales llegará una mezcla especial con base de hormigón, de gran resistencia y secado rápido, que se irá depositando en capas, según los planos introducidos en su software. Un equipo humano realizaría las instalaciones de gas, agua y electricidad, y colocaría las ventanas y otros complementos.
¿Solo un proyecto? Tal vez, pero absolutamente factible. Tanto es así que Europa y China han tomado la delantera a Estados Unidos y ya están construyendo sus primeras casas con impresoras 3D.
Junto a uno de los canales de Ámsterdam se ha abierto un espacio donde ya se trabaja con las piezas que está fabricando otro dispositivo gigante, el KamerMaker. Son piezas independientes que se irán ensamblando como un Lego, cada una con sus detalles particulares que tienen que ver con el diseño, la decoración o la utilidad de cada una de las 13 habitaciones con las que contará la futura casa.
El proceso se inicia en el ordenador: “Mandamos los mensajes digitales del plano a la impresora y ésta nos devuelve las porciones de lo que será, por ejemplo, una habitación, incluido el vaciado para las instalaciones eléctricas o de fontanería. Luego se encajan para conseguir el volumen deseado”, explica Hedwig Heinsman, una de las arquitectas del estudio DUS, responsable del proyecto.
El material que utilizan es un bioplástico “renovable, sostenible, fuerte, táctil y bonito que puede competir con las técnicas de construcción actuales”, señalan desde DUS. Porque el propósito no es solo hacer casas en poco tiempo y a bajo coste, sino contribuir a reducir las emisiones relacionadas con la construcción y, a la vez, no generar residuos contaminantes gracias a que la materia prima se convierte directamente en el producto final.
Casas por solo 4.000 euros
“Nosotros utilizamos un material, mezcla de fibra de vidrio, escombros y desechos industriales, tan resistente que es posible levantar un rascacielos”, asegura Ma Yihe, fundador de la compañía de construcción china Winsun. Con su impresora de 150 metros de largo, 10 de ancho y 6,6 de alto puede fabricar 10 casas diarias de hasta 200 m2. Las más pequeñas, de 60 m2, cuestan unos 4.000 euros.
Ma Yihe asegura que con este sistema los costes se reducen al menos un 50% y, además, logran una construcción ‘verde’: “Los residuos industriales de edificios demolidos están dañando nuestro medio ambiente, pero con la impresión 3D, que es capaz de reciclar los residuos de construcción y convertirlos en nuevos materiales, se crearía un entorno mucho más seguro para los trabajadores”.
La Agencia Espacial Europea, en un reciente informe sobre nuevas tecnologías, consideraba la impresora 3D como la precursora de la tercera revolución industrial.
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