¿Por qué merece la pena vivir en una ciudad universitaria?

Equipo de Redaccion

¿Qué características tendría una ciudad ideal para ver crecer a los hijos? Que fuera segura, accesible, con amplias zonas peatonales y parques, buenas instalaciones deportivas, servicios urbanos eficaces y (fundamental) una oferta educativa de calidad.

Esa es una descripción bastante precisa de lo que Terrassa brinda a sus vecinos. Así opina Mar, una estudiante de Ingeniería de 20 años que se mudó con su familia desde Barcelona cuando tenía 14: “Vinimos porque aquí todo es más barato y se vive mejor, con menos aglomeraciones y menos estrés. A mí me costó, pero ahora lo agradezco, sobre todo porque he podido elegir universidad sin salir de la ciudad”.

Terrassa es una de las localidades catalanas con la media de edad más joven (solo 38 años) y eso se debe en gran medida a que es la segunda ciudad universitaria de Cataluña, con más de 12.000 estudiantes.

Cuenta nada menos que con cinco universidades: la Autónoma de Barcelona, la Universidad Politécnica de Cataluña, la Universidad de Barcelona (estos tres centros están entre los mejores de España), la Universidad Oberta de Cataluña y la de Educación a Distancia.

La oferta académica se completa con nueve escuelas universitarias y de formación superior (como la Fundación de Estudios Internacionales o la Escuela Superior de Arte Dramático) y un hospital universitario.

“En mi clase hay gente de toda Cataluña. El nivel es muy bueno y los campus son muy completos. Y con tantos alumnos hay mucho ambiente en la ciudad. No necesitas irte a Barcelona para pasarlo bien”, explica Mar.

Una intensa vida cultural

Los estudiantes han ido cambiando el perfil de la ciudad , impulsando la renovación de las zonas de ocio y comerciales (el centro histórico, el Parc del Vallés…), dinamizando el mercado de la vivienda y generando una intensa actividad cultural pública y privada.

Así por ejemplo se disfruta de centros de vanguardia como el prestigioso Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, que muestra la evolución industrial de la que esta localidad fue protagonista con sus fábricas textiles. También de ferias con contenidos históricos y artísticos como la Fira Modernista, y de su internacional Festival de Jazz, y de festejos con tanta repercusión turística como la Fiesta Mayor, que se celebra cada año a comienzos de julio y donde sus afamados castellers asombran con su habilidad y su riesgo.

Pero no se necesitan grandes acontecimientos para percibir la energía de Terrassa. En el día a día se siente su rejuvenecida vida de barrio, con terrazas casi siempre abarrotadas gracias al suave clima mediterráneo, con parques que invitan al paseo o al deporte o a la reunión de estudiantes que trasladan allí por un rato los campus universitarios.

“Yo ahora no volvería a Barcelona. No necesito la gran ciudad –concluye Mar–. En todo caso, está ahí al lado para hacer alguna escapada. Una se siente a gusto e integrada aquí. Veníos a Terrassa. Merece la pena”.

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