Microcasas: un fenómeno arquitectónico y una filosofía de vida

Equipo de Redaccion

La arquitecta británica Sarah Susanka plantea en sus diseños y en su popular serie de libros Not So Big House la idea central de una nueva forma de entender la habitabilidad en el hogar: debemos adaptar el espacio donde vivimos a nuestras verdaderas necesidades, que son menos de las que pensamos.

No es lógico ni práctico, asegura, ocupar la mayor superficie posible. Por tanto, las casas deben ser reducidas: no más de 40 m2 en los que se distribuya el mobiliario multifuncional imprescindible, con paneles y paredes móviles para variar los espacios y grandes ventanas que aporten una sensación de amplitud.

Susanka se ha convertido en referente de un fenómeno arquitectónico conocido como tiny houses o microcasas, que surgió en la década de los 90 en Japón por razones económicas: los jóvenes no tenían recursos para comprar una vivienda en las ciudades y comenzaron a trasladarse a pequeñas propiedades en las afueras.

La necesidad se hizo virtud. Nuevos diseñadores buscaron soluciones para crear ambientes confortables con muy poco y teniendo todo a mano, lo que supuso una inspiración para algunos colegas occidentales. Jay Shafer fue uno de ellos. La tendencia kyosho jutaku (casa diminuta, en japonés) él la convirtió en una filosofía de vida.

Abandonó la propiedad donde residía para construir una casa en el campo en la que cada centímetro tenía un uso práctico. Eligió lo esencial para vivir (ropa, enseres…) y estudió la colocación de todo. Por ejemplo, logró ubicar el inodoro, el lavabo y la ducha en un metro cuadrado. El objetivo era sentirse cómodo y apenas emplear tiempo en ordenar y limpiar. Sobre esta idea ha levantado un ‘pequeño’ imperio de empresas que construyen y venden microcasas.

Su negocio es próspero porque el concepto de que ‘menos es más’ se ha propagado con fuerza por todo Estados Unidos, hasta el punto de que en la ciudad de Austin (Texas) se ha iniciado un proyecto social de construcción de una comunidad de 200 tiny houses, con los servicios de una pequeña ciudad.

Un desafío estético y funcional

La tendencia ha ido evolucionando al tiempo que otros reputados arquitectos se sumaban al desafío de conjugar el minimalismo extremo, la funcionalidad y, por qué no, el atractivo estético. Buen ejemplo de ello es el proyectista Renzo Piano, quien ha sido capaz de ubicar en sólo seis metros cuadrados un aseo, una cocina, la cama y un armario. La estructura es de madera y cuenta con un panel solar para obtener electricidad y un depósito donde recoger y filtrar el agua de lluvia. Su precio: 20.000 euros.

Es evidente que reducir el espacio supone un menor gasto energético, tanto para construir como para habitar las microcasas. Es decir, la sostenibilidad y el ahorro también forman parte de estas propuestas, que suelen concebirse, además, en entornos naturales. No es extraño que en España la pionera del movimiento tiny sea CSYA, empresa especializada en construcciones bioclimáticas.

Lo hábitos cambian y lo que antes era esencial ahora se convierte en superfluo. Ese es el mensaje de las miles de personas que ya han optado por reducir sus necesidades a la mínima expresión y que se recoge en un sorprendente documental elaborado por la periodista Kirsten Dirksen, otro converso del espacio, titulado We, The Tiny House People. Quizá después de verlo tú también decidas formar parte de esta comunidad de ‘gente de casas diminutas’.

Imagen @printzell, distribuída con licencia Creative Commons BY-2.0

 

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