Nuestros antepasados del Paleolítico sabían cómo elegir una buena cueva donde vivir: orientada al sur para aprovechar la luz y el calor del sol, bien ventilada y con vegetación próxima que les sirviera como carburante vegetal y aislante natural.
Desde hace 20.000 años, observar el entorno y valorar el clima es esencial para hacer habitable y cómoda una vivienda. Es cierto que en nuestras sociedades avanzadas, la climatización le ha restado relevancia a la adaptación al medio. Sin embargo, eso representa un gasto energético colosal, lo que equivale a un enorme coste económico y a millones de toneladas de gases contaminantes.
Explorar otros caminos es por tanto más que inevitable con el fin de que se haga que las construcciones sean más eficientes e igual de confortables. Por eso la llamada arquitectura bioclimática propone un regreso a los orígenes. No se trata de volver a las cuevas, sino de adaptar esos conocimientos milenarios a las técnicas arquitectónicas actuales.
Sol, aire y agua. Estos son los elementos esenciales que según los expertos en arquitectura bioclimática habría que tener siempre en cuenta al diseñar cualquier edificio. Más allá de la utilización de energías renovables, el objetivo es lograr sistemas para calentar o enfriar las viviendas de forma natural.
¿Cómo aprovechar al máximo el sol?
Cuanto más sol entre en las viviendas, más luz y calor se obtendrá. Eso no quiere decir que las casas tengan que ser de cristal, porque hay que conseguir un equilibrio entre la energía que necesitamos en invierno y la que nos sobra en verano. Y es evidente que no es lo mismo residir en Oslo que en Sevilla.
En cualquier caso, la orientación óptima de una vivienda es hacia el sur porque así recibirá una mayor radiación solar. Pero habrá que estudiar en cada caso la colocación y amplitud de los huecos acristalados. Por ejemplo, las ventanas bajas dejarán pasar más rayos solares en invierno porque el sol está más bajo. Y al contrario, el sol más alto del verano reduce el ángulo de incidencia de los rayos por lo que al caer más perpendiculares llegan menos a las ventanas de menor altura.
Así, en Oslo las ventanas estarían más altas y podrían ser algo más amplias que en Sevilla. Además hay que tener en cuenta los cerramientos y el tipo de cristal que se utiliza. En la capital noruega habría que incrementar los aislantes para reducir la fuga de calor al tiempo que se emplearían cristales más transparentes para dejar pasar mejor los rayos infrarrojos del sol, que son los que más calientan.
Una casa sevillana optaría por cerramientos eficaces pero con ventilación natural y cristales con tratamientos de espesor y/o color que los hagan más reflectantes, sobre todo a los infrarrojos. Además, habría que adaptar cubiertas en las fachadas para reducir la incidencia del sol estival.
¿Cómo enfriar las estancias?
El exceso de calor se elimina, en primer lugar, ventilando las estancias. Una de las técnicas más habituales de la arquitectura bioclimática es la instalación de chimeneas solares, algo que nuestros abuelos ya practicaban cuando ‘ponían la casa en corriente’. Es exactamente eso, generar corrientes de aire colocando una abertura superior en la fachada sur de la casa, donde se acumula más calor, y una abertura inferior en la fachada norte. El aire caliente tiende a subir y, además, es empujado por la entrada de aire más frío, generando un flujo constante que renueva el ambiente.
Otra técnica de enfriamiento es la que utilizan los patios andaluces: su construcción está pensada para conservar el aire más fresco de la noche para que durante el día éste absorba el calor de las estancias que rodean al patio, mejorando su temperatura.
Además se pueden utilizar fachadas ventiladas, que es un concepto similar al de las chimeneas solares. Entre dos capas del cerramiento del edificio se crea una cámara ventilada que permite la entrada de aire más fresco por debajo recorriendo la fachada y absorbiendo el calor que luego expulsa por la parte superior. Y, también es posible eliminar el sobrecalentamiento colocando vegetación en las fachadas y azoteas.
Son soluciones que no encarecen las construcciones pero que pueden reducir de forma drástica las factura de la luz y el gas, además de contribuir a hacer más sostenibles nuestras viviendas. A veces, merece la pena volver a los orígenes…