Balaguer, una villa medieval que desafía al paso del tiempo

Equipo de Redaccion

A apenas 30 km al noroeste de Lleida, se Balaguer a orillas del río Segre, en la zona más llana de la comarca de Noguera. El municipio ha visto su población triplicada (hoy cuenta con más de 16.000 vecinos) desde que a principios del siglo pasado empezara a crecer más allá de los límites que establecía su muralla. La situación estratégica de estas tierras, húmedas y fértiles, a las puertas de los Pirineos, ya atrajo a los primeros pobladores en épocas prehistóricas, pero no fue hasta a principios del siglo VIII, con la llegada de árabes y bereberes, cuando Balaguer comienza a escribir su historia.

Lo que en un principio fue un asentamiento militar no tardó mucho en convertirse en ciudad. Permaneció bajo dominio andalusí hasta que, en el siglo XII y aprovechando la desintegración del Califato de Córdoba, fue conquistada y pasó a manos de los condes de Urgel, quienes establecerían allí la capital de su condado hasta su disolución en el siglo XV. Balaguer ha sido testigo de tiempos prósperos, levantamientos, conquistas e incontables guerras, y ha sabido caer y reconstruirse sin olvidar su pasado, preservando su patrimonio.

 

Vestigios islámicos

La Plaza Mercadal es el centro neurálgico de la villa y con 7000 metros cuadrados, presume de ser la plaza porticada más grande de Cataluña. Su nombre responde a la tradición del animado mercado semanal que sigue celebrando cada sábado desde hace siglos entre sus arcos y fachadas. Las calles del centro histórico que la bordean conservan en lo esencial el trazado original islámico: si se quiere disfrutar de una de las mejores panorámicas de la ciudad antigua sólo hay que subir a la pasarela de la muralla medieval, a la que se puede acceder, por ejemplo, llegando a Portal de Gel por la calle Botera, a un corto paseo a pie desde la plaza.

Desde lo alto de la muralla es fácil vislumbrar también la iglesia de Santa María, sobria y majestuosa, símbolo indiscutible de Balaguer desde su construcción a mediados del siglo XIV. Su imponente campanario octogonal destaca sobre la nave, sencilla y compacta.

 

Historias y leyendas

Un poco más alejado se encuentra el Santuario del Santo Cristo (Sant Crist, en catalán), construido sobre una iglesia que antes fue mezquita, a quien el municipio dedica las fiestas patronales que celebra en el mes de noviembre. La tradición dice que el cristo original que albergaba el santuario (y que fue quemado en la guerra civil, el actual es una copia de aquel) fue el primero que existió en el mundo. Ante la imposibilidad que encontró su creador, Nicodemo, de esculpir su rostro, fueron los ángeles los encargados de hacerlo mientras éste dormía. Según la leyenda, el cristo viajó de Jerusalén a Beirut, donde fue arrojado al río Adonis por los moros, llegó al Mediterráneo y salvó el río Segre hasta alcanzar Balaguer.

Por un desafortunado avatar histórico (Fernando de Antequera ordenó destruirlo tras el asedio de 1413), la villa no conserva más que los restos de aquel castillo que primero fue fortaleza, después palacio andalusí y más tarde residencia de los condes, cuando se renombró como Castell Formós.  Otros vestigios del primer periodo se pueden visitar en el Llano de Almatà, que acoge uno de los yacimientos arquitectónicos más importantes de toda Cataluña, que gracias a los trabajos de las últimas décadas ha dejado al descubierto parte del entramado urbano de los pobladores árabes.

Y esto es sólo una muestra de que los amantes de la historia y el arte no se aburrirán en Balaguer: las visitas al antiguo monasterio cirsterciense de Les Franqueses, la iglesia de Santo Domingo o el chalet Montiu (exponente del inicio del modernismo catalán) también son ineludibles.

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