Atardece en la ciudad

Equipo de Redaccion

Cada vez que inicias una nueva relación en tu promiscua vida viajera con otra ciudad, tienes esa misma sensación… Ya sabes cuál. Sucede sobre todo durante esos primeros días en los que os estáis conociendo porque a las ciudades, como a las personas, también les afecta la luz. Una ciudad no es la misma cuando al sol le da por esconderse o cuando al cambiar de estación, las horas de luz se reducen o amplían considerablemente. El caso es que en esos coqueteos y juegos de miradas de los primeros días cuando se acerca la noche siempre te surge la misma duda: ¿se convertirá el escenario de la ciudad en una especie de “Abierto hasta el Amanecer” o en una de esas noches definidas en las series como “legendaria”?

La puesta de sol es un punto de inflexión que marca un antes y un después en la vida de muchas ciudades del mundo. Rojos, azules, naranjas y a veces incluso rosados y violetas intensos. Mientras nuestros ojos tratan de acostumbrarse a la nueva situación y casi sin darnos cuenta, empiezan a iluminarse neones, farolas y faros de vehículos que vienen y van.

Para unos, la puesta de sol marca el fin de la jornada laboral. Su día termina para volver a casa. Para otros, la cosa no ha hecho más que empezar. Ahora es cuando son ellos mismos. Ahora empieza el tiempo de ocio, la familia, el libro acompañado de una copa de vino, las relaciones sociales, la cena romántica, el paseo del perro… Solos, en compañía, con conocidos o con personas por conocer.

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En algunas ciudades del mundo los atardeceres son el pistoletazo de salida para descubrir la otra cara de la misma moneda y hasta las propias guías de viaje hablan de la vida nocturna de esos lugares como uno de sus atractivos turísticos que no te debes perder.

Sorprende ver negocios 24 horas de todo tipo, como las floristerías de Manila, no vaya a ser que alguien se arrepienta de alguna atrocidad cometida y necesite una reconciliación de última hora. O los puestos de comida de lugares en los que sale más barato comer en la calle que tratar de cocinar en casa como es el caso de Pekín. A cualquiera le puede dar hambre un martes a las 4h de la mañana y a juzgar por el número de puestos que se mantienen abiertos a estas horas, debe haber bastantes personas a las que les pasa.

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También están los negocios que se mantienen ocultos todo el día y levantan sus cierres cuando cae el sol. Es el caso de muchos de los restaurantes o bares clandestinos de Nueva York o de las disco-karaokes de Dubái, que esperan su momento para empezar con una frenética actividad nocturna similar a la de las cafeterías que reparten cafés por las mañanas.

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Aun así… pase lo que pase antes y después, en ese momento mágico… en esos veinte minutos en los que la ciudad se cambia de traje para convertirse en otra… Justo entonces es cuando los que entran y los que salen, los que terminan el día y los que empiezan la noche, por mucha prisa que lleven, levantan las cabezas de sus dispositivos móviles para coincidir en un sincero, hipnótico y desestresante: “mira, mira qué cielo”.

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