Spiderman, Pepa Pig, Nemo… Este año se comenta que el disfraz que más se repetirá entre las niñas es el de Frozen. Y es que en Carnaval, ni los niños ni los grandes dejan pasar la oportunidad de disfrazarse y llenar las calles de Cádiz de color, bailes y mucha mucha guasa. Si, porque estás en el Carnaval de Cádiz, una fiesta de Interés Turístico Internacional, vamos, de las más conocidas fuera de nuestras fronteras.
Y es que el nerviosismo de los niños que van disfrazados a los colegios para luego salir en el pasacalles, los alrededores del Teatro Falla, las estrellas y encantadoras calles del centro de la ciudad y hasta la playa de la Caleta, viven intensamente el mes de febrero, ¡pisha esperando el Carnaval!
Los gaditanos de corazón tienen sus miradas en los cuplés, en los espectáculos de cada chirigota y de cada pasacalle. Y viven el Carnaval a ritmo de guitarra, pitos, muchas coplas y aún más guasa.
Porque una fiesta que comienza con tres festivales gastronómicos como la pestiñá (primer acto del Carnaval, en enero y organizado por la Peña los Dedócratas, en el que todos los gaditanos van hasta la Plaza de San Francisco a comer pestiños y comienzan a escucharse las primeras guitarras), la erizá (organizada por la Peña El Erizo en el barrio de La Viña hasta el que se acercan miles de vecinos a degustar erizos)y la ostioná (para comer gratis ostiones- un molusco parecido a la ostra- en la Plaza de San Antonio, donde se escuchan las primera coplas del Carnaval),no puede ser mala cita.
Ahí encontramos a Cristina, que no entiende la vida sin el Carnaval. Gaditana por los cuatro costados, ha sido pregonera, reina del Carnaval y, cómo no, chirigotera. “Llevo esperando todo el año estos días”, con una sonrisa de oreja a oreja en su cara.
“Lo único que necesitas para vivir el Carnaval es un disfraz y muchas ganas de pasarlo bien”, nos dice Cristina. Así que… ¿Qué tal si nos disfrazamos de tortilla de camarones? Dos metros de tela, un metro de goma espuma, una pizca de creatividad, mucha maña y, ¡disfrazados!
Un carnaval de barrio en barrio
Tras dejar los hilos, las máquinas de coser, las pistolas de silicona y las telas, toca salir a pasear. El barrio de la Viña es la primera parada, cuna y meca del Carnaval gaditano. Nos dejamos llevar por los cantes y por el discurrir de la calle La Palma, donde son tantos los bares y tabernas que no podemos escapar de la tentación y, haciendo honor a nuestro disfraz, tomarnos unas ricos camarones o cualquier otro pescaíto frito.
Delicia gastronómica ya cumplida, nos acercamos al Castillo de San Sebastián. Venir a Cádiz y no subir hasta él para contemplar la playa de la Caleta, sea o no Carnaval, sería un pecado del que no nos salvaría ni la mejor de las chirigotas.
Tras la Caleta, volvemos al centro de la ciudad para parar en el gran Teatro Falla, una visita obligada si de verdad quieres sentir el Carnaval. No hemos conseguido entrada para ver la Gran Final de agrupaciones (un tesoro por el que muchos ni duermen) pero, aún así, sólo acercarte a sus puertas en ese día te hace vibrar. Pitos, disfraces, últimos afinamientos de voz… y muchos nervios.
Su fachada de ladrillo rojo imponente, lo observa todo. A los coros con sus guitarras, laudes y bandurrias; a las agrupaciones acompañadas de un bombo, una caja y los típicos pitos carnavalescos; a las chirigotas, tal vez las más conocidas, haciéndonos reír con las letras de su coplillas; a los cuartetos, y su parodia en forma de cuplé; y a los romanceros, cantando romances con guasa.
¿Qué te has quedado con ganas? La noche del Carnaval gaditano sigue en cualquiera de las carpas que instalan en el Barrio de la Viña, El Mentidero o la Plaza de la Mina.
¡Esto es Cádiz! Y este su carnal, una fiesta grande, que llena la ciudad de risas, de humor, sátira y…. mucho, mucho arte. ¿Te animas, quillo?
Imagen destacada @África Mayi Reyes, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0