¿Cuántas veces en medio de un atasco de camino al trabajo te has planteado como sería todo si pudieras tener tu negocio en tu propia casa? No dejas de pensar en cómo sería eso de gestionar tu tiempo como quieras, poder llevar y recoger a los niños del colegio, estar en el trabajo casi como en tu casa… No estamos hablando de ser freelance, autónomo o cybercurrante. Nos referimos “a vivir en tu trabajo”. En una tienda de té, en una agencia de viajes, en un taller de motos… Una práctica con mucho menos glamour pero que de momento, se repite mucho en varios de los países de Asia por los que hemos pasado. Son muchas las personas que viven de esa manera. Quizá la razón sea únicamente un tema de costes o quizá tenga mucho de cultural y de la influencia del gran gigante chino con respecto al emprendimiento.
En Asia el hogar y el negocio llegan a fusionarse tanto que te puedes encontrar a los dueños de cualquier imperio echándose la siesta entre arroz y latas de té, viendo el programa de moda en la televisión mientras los clientes entran y salen de comprar agua, o comiendo rodeados de neveras. Si necesitan algo ahí están ellos para lo que sea, en cuanto acaben de sorber noodles, gado-gado, arroz frito o el plato local de turno.
Esto provoca algunas situaciones curiosas a ojos de un occidental, como por ejemplo:
- Peluquerías u otros negocios que nada tienen que ver con el mundo de la noche abiertas hasta las 23h, por si te apetece un corte de pelo o comprar un móvil antes de irte a dormir. Si no llegas a tiempo, no te preocupes, a eso de las 8h o incluso antes, estarán abiertos otra vez.
- Si vas a dar un paseo nocturno puedes disfrutar de la colección de pijamas que se lleva esta temporada y que hace las delicias de grandes, pequeños y medianos. El negocio exige que el dueño esté, pero nadie dijo nada de no sentirse cómodo a partir de ciertas horas.
- Encontrar en el baño de la cafetería los cepillos de dientes de la familia, los enseres de ducha o, incluso, a la pequeña de la casa dándose una ducha.
- Ponerte al día con la serie, culebrón o reality líder de audiencias en el momento. Puede ser una milenaria técnica de marketing para que los clientes permanezcan más tiempo dentro del negocio y compren más.
La decoración de las casas-negocio suele ser más bien austera. Los dueños le suelen poner más cariño al negocio que a la casa en sí. Aunque según se mire… a ver quién tiene su salón decorado con veinte neveras y sesenta ventiladores. En algunos sitios, se trataría de alguien excéntrico digno de conocer. Dormir, comer, ver la televisión, leer el periódico, o darse una ducha… actividades de la vida cotidiana que todos practicamos y que en occidente mantenemos en muchas ocasiones en el ámbito de nuestra vida privada.
Lo más curioso de todo es que cuando tienes la oportunidad de compartir unos días con alguna familia de las que viven en su casa-negocio superas rápidamente el primer momento de violencia de “nos estamos echando la siesta de media mañana delante de los clientes”. Ni a unos ni a otros parece importarles mucho que alguien eche una cabezadita y, si les preguntas el porqué, te dirán y “¿por qué no? Si estamos en casa”.
A decir verdad, todo son ventajas para el dueño de la casa-negocio: nunca tendrá que volver desesperado para ver si se ha dejado el gas abierto; ahorra una barbaridad en gasolina; no se le perderán las llaves de casa; el cartero siempre le podrá dejar los envíos y no tendrá que pedir permiso al jefe para ir a correos; si se mancha comiendo se puede cambiar de ropa antes de que la mancha se seque… Y sobre todo, sobre todo… tendrá más tiempo para estar con los que quiere.
Es curioso cómo puede cambiar tu percepción del mundo en función de donde hayas nacido… o trabajado.