Allá por el 2010 surge un experimento urbano pionero, el Campo de Cebada; un prototipo de gestión de lo público en respuesta colectiva y ciudadana ante la aparición de un nuevo vacío urbano en el céntrico barrio de La Latina en la ciudad de Madrid.
Este gran agujero de casi 3.000 m2 se ideó tras el derribo del antiguo polideportivo de la Latina, donde estaba previsto construir un nuevo equipamiento deportivo para el distrito. Pero ante la inviabilidad de continuar con el proceso previsto por el Ayuntamiento, un grupo de vecinos, arquitectos, agentes culturales y asociaciones vecinales, junto con la administración, comenzaron una de aventura precursora en la ciudad: convertir un solar inutilizado e inaccesible en mucho más que una plaza.
El Campo de Cebada es un lugar de encuentro y de acción, un hervidero de intercambio donde gente de todas las edades y procedencias (vecinos, turistas, paseantes, familias, adolescentes, jubilados…) interactúan y disfrutan de este espacio. Son los protagonistas de una nueva infraestructura, donde los ladrillos no construyen el espacio, sino la gente que lo habita.
Torneos de baloncesto, «el cantamañanas», liguillas de futbito con equipos de lo más heterogéneo, talleres, encuentros interuniversitarios, pic-nics, piscina, cine de verano, asambleas populares, ciclos de poesía, prácticas de idiomas, debates improvisados, sobremesas, conciertos, un huerto, mercadillos e incluso el «Campus de la Cebada».
Todo el mobiliario, de uso común, ha sido diseñado y fabricado bajo premisas de autoconstrucción y open data. Se trata de un Urbanismo «hecho a mano», tanto por arquitectos como por vecinos y ciudadanos sin conocimientos específicos. Así, se ha desarrollado in situ todo un catálogo de utensilios urbanos que dan servicio a las necesidades que van surgiendo. La finalidad es que cualquier montaje pueda seguir desarrollándose y se pueda replicar en otros escenarios, por ello se ha creado bajo instrucciones Creative Commons.
Se vislumbra así una nueva forma de entender la figura del arquitecto. Hasta ahora, este perfil profesional se ha entendido casi como “creador o artista” y generador de productos pero, en este caso, se puede ver más como un “diseñador” de servicios y gestor de procesos.
Campo de Cebada nunca ha sido inaugurado ni se dará por concluido. Se ha convertido en un símbolo y un halo de luz ante un dudoso panorama de desarrollo de las ciudades. Es una herramienta de visibilidad y altavoz con la que amplificar las opiniones ciudadanas y así capacitar su escucha.
El premio de la XII Bienal de Arquitectura y Urbanismo, uno de los máximos galardones que una obra arquitectónica o urbanística pueda recibir, y el Premio Golden Nica de Comunidades Digitales, así como otros tantos reconocimientos que ha recibido esta iniciativa, son los cimientos de su proceso de legitimización.
El proyecto no es excluyente con otras vías. Son iniciativas que ayudan a las ciudades a evolucionar y mejorar sin depender de grandes y aletargadas inversiones, a veces muy alejadas de las necesidades reales de los ciudadanos.
Qué bonito descubrir que debajo del asfalto crece la cebada.
Foto principal: María Carmona
Resto de fotos: Campo de Cebada