El turista que haya recorrido Zurich este verano, probablemente se sorprendiera ante una imagen urbana poco usual: cientos de personas bañándose en el Limago, un río que conecta el lago Zurich con el río Aare y que baña el corazón financiero y comercial de la localidad suiza. Un chapuzón al mediodía, algo de sol tumbados en su ribera verde y vuelta a la actividad por la tarde. Es ya casi una tradición desde que un proceso de recuperación de sus márgenes y sus aguas devolviera la arteria fluvial a los vecinos y trabajadores de la zona.
Afortunadamente, no es un caso aislado. En los últimos años numerosos proyectos arquitectónicos en todo el mundo pretenden dar un giro a la historia y reconstruir lo que la industrialización y la explosión demográfica destruyó: la convivencia con los ríos urbanos. Desde el siglo XIX, los principales cauces han sido canalizados, e incluso cubiertos –como revela el interesante documental Lost Rivers–, para que tuvieran una utilidad puramente económica, al tiempo que servían como depósitos de todo tipo de residuos.
Poco a poco, los ciudadanos vuelven a las riberas convertidas no sólo en un espacio de ocio, sino en un elemento vertebrador, un hilo conductor que configura la urbe y la hace más humana y sostenible. Por eso, en los proyectos de recuperación se implican arquitectos, paisajistas, ingenieros y ecologistas. Un equipo de esta índole, y una enorme inversión pública, hicieron posible, por ejemplo, la recuperación del río Cheonggyecheon, en Seúl (Corea del Sur).
En aquel espacio casi olvidado de Seúl, escondido a la sombra de una moderna autovía, se realizó un esfuerzo sin precedentes en planificación urbana y diseño para que fuera la referencia de un parque de cinco kilómetros de extensión, además del catalizador de un plan de desarrollo económico, cultural y medioambiental en el área. Este proyecto es hoy una de las joyas urbanísticas de la capital coreana y sirve como inspiración a otras ciudades, como Nueva York.
En Estados Unidos, el Brooklyn Bridge Park, en Nueva York, es el símbolo de un renacimiento del paisaje que forma parte de la recuperación del East River. Se han invertido 350 millones dólares en transformar los muelles abandonados, que servían como depósitos improvisados de escombros, en un margen dedicado al esparcimiento y al encuentro.
No es una acción aislada. El East River se reinventa para ser un nuevo catalizador social. Justo al otro lado del ancho cauce, en el sur de la isla de Manhattan, acaba de inaugurarse la renovación del Pier 15 y de su explanada. Más de tres kilómetros en el que los pabellones y centros comerciales se alzan sobre una ribera entregada por completo al paseante y a la bicicleta, con un imaginativo diseño de iluminación nocturna que convierte el río en una atracción abierta las 24 horas del día. El Pier 15 hoy es una elemento imprescindible del nuevo paisaje urbano que rodea Wall Street.
España también hace años que vuelve a mirar a sus ríos urbanos. Las actuaciones en la ría de Bilbao, tanto medioambientales como arquitectónicas, con el Guggenheim como eje, fueron sólo el comienzo de una revisión global. Valencia recuperó en la pasada década un Turia que en los años 50 se planteó hacer desaparecer: su cauce hoy alberga jardines y equipamientos deportivos, y enmarca la Ciudad de las Artes y las Ciencias. En Madrid, el soterramiento de la M-30 ha llevado el pasillo verde del Manzanares hasta el corazón de la capital, redefiniendo un estilo de vida en los distritos del sur.
El agua regresa a las grandes urbes para transformarlas en lo que fueron, para hacerlas más habitables y más ecológicas. El urbanismo recupera su cauce.
Imagen: Río Cheonggyecheon. Foto @Libertinus, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0