El corcho: un material arquitectónico milenario en continua renovación

Raúl Alonso

Ecológico, sostenible y reciclable. Tres de las aspiraciones de la nueva arquitectura son propiedades asociadas al corcho. Un material constructivo de tradición que puede vivir un nuevo renacer gracias a estas cualidades y otras como la impermeabilidad, aislamiento y resistencia. Hoy el corcho está presente en obras tan emblemáticas como la Catedral de la Sagrada Familia de Barcelona, donde los visitantes de la cripta diseñada por Gaudí caminan desde 2010 sobre un espectacular suelo de corcho.

El corcho nace de la corteza del alcornoque, que ofrece una singular composición de células llenas de una mezcla de gases que se ordenan en sucesivas capas alternativas de celulosa y suberina (un polímero natural). Entre las propiedades físicas que convierten al corcho en un apreciado material para la construcción, la catedrática Mercedes del Río Merino de la Universidad Politécnica de Madrid, destaca en la ponencia Nuevas aplicaciones del corcho en el campo de la edificación, las siguientes:

  • Compresibilidad y resilencia: recupera el 95 de su tamaño original una vez las presiones de compresión desparecen.
  • Impermeable al agua y otros líquidos: gracias a las citadas celdas de aire, que además al no tener una estructura capilar hace prácticamente imposible la entrada de agua o aceites.
  • Bajo peso específico.
  • Baja conductividad térmica: lo que le convierte en un excelente aislante.
  • Absorción de vibraciones: cualidad que se aplica para el aislamiento acústico.
  • Alto coeficiente de fricción: de utilidad cuando el arquitecto busca soluciones no resbaladizas.
  • Además el corcho ofrece interesantes propiedades químicas que le dan estabilidad en el tiempo y resistencia ante la exposición al sol.

Una solución centenaria

El corcho tiene aplicaciones milenarias como material usado por el hombre, una de las referencias más antiguas alude a China en el tercer milenio antes de Cristo, donde los pescadores lo utilizaban como flotador. Ya en esta era, en Cabilia, una región histórica al norte de Argelia, se aplicaba corcho virgen a las viviendas y otras construcciones como aislante térmico. Pero según explica Mercedes del Río y otros autores fue a finales del siglo XIX cuando John T. Smith decidió utilizar los desperdicios que la industria del vino generaban para la fabricación de los corchos de sus botellas. Es así como en 1892 nace en Estados Unidos el llamado aglomerado de corcho, que pronto se utilizó para revestimientos de suelos, paredes, techos y otras estructuras.

Estos aglomerados puros, que se constituyen con granos de corcho aglutinados por medio de la resina natural del corcho, pronto fueron complementados. Es el caso de los aglomerados compuestos en los que la resina natural se sustituye por una cola. Desde entonces no se ha dejado de investigar y sus desarrollos han demostrado una gran versatilidad, llegando a ser utilizado en fabricaciones tan variadas como motores de coches, presas, pistas de aeropuertos o en el espacio como aislante térmico de lanzaderas espaciales.

Desde el suelo a la cubierta

En la construcción el uso del corcho más tradicional es como material aislante térmico, pero también es habitual verlo en revestimientos de paredes, techos o suelos. Los fabricantes lo presentan en diferentes formatos, siendo los más habituales los rollos, planchas o losetas. Un referente mundial en la industria, es la firma portuguesa Amorim, proveedor en la construcción de la citada Catedral de la Sagrada Familia, y uno de los referentes en innovación en este material.

Pero cada vez es más común la utilización del corcho para otras soluciones arquitectónicas. El aislamiento acústico es una de ellas, también como relleno de juntas que puedan verse sometidas a procesos de dilatación o incluso en exteriores, quizá su aplicación más novedosa. Es el caso de la propuesta para una vivienda unifamiliar ubicada en Esposende (Portugal) del estudio Arquitectos Anónimos, donde el corcho es el material dominante en la fachada.

La portuguesa, como mayor productora de corcho del mundo, es sin duda una economía interesada en la promoción del corcho como material arquitectónica, allí se están presentando interesantes iniciativas. Una de ellas es el Ecork Hotel, próximo a la ciudad de Évora, obra del arquitecto José Carlos Cruz donde se ha utilizado el corcho como cubierta de un muro exterior que recorre todo el recinto hotelero en el que se alinean los bungalows evocando una aldea medieval. El corcho también es protagonista de otra interesante construcción en Évora, en este caso se trata de Bodegas Logowines, un proyecto de PMC Arquitectos que insiste en reivindicarlo como una eficiente cubierta para el clima mediterráneo.

El corcho como solución arquitectónica está también presente en una iniciativa internacional promovida en Asia por la firma japonesa Muji. El objetivo fue diseñar pequeñas viviendas prefabricadas como soluciones de residencia económica y confortable para cortas estancias de recreo. En su propuesta, el diseñador inglés Jasper Morrison utilizó el corcho como revestimiento exterior, lo que demuestra la vigencia de este material en la arquitectura más experimental de todo el mundo.

La sostenibilidad de su cultivo y explotación, así como la facilidad para su reutilización y reciclaje obligan a una arquitectura cada vez más conciliada con el medio ambiente a valorar este material como una alternativa. Sin olvidar que el 27% de la superficie mundial de alcornocal se ubica en España, donde se fabrica el 23% de la producción de este material tan ancestral como moderno.

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