La ciudad de Santander acaba de estrenar logo, una visión de la ciudad elaborada con líneas rectas en la que predominan cuatro colores: el azul por su bahía, el blanco para recordar la pureza de su aire, el verde de los prados y el amarillo de las playas. Los ingredientes estrella para una receta urbana inigualable.
Más que una ciudad, parece un resort desde el que disfrutar de la naturaleza que lo enmarca. Podríamos apreciarlo mejor imaginándonos allí en el día a día, saliendo de trabajar con el sol del estío en lo alto, lo bastante cálido para sentir el verano en la piel y lo bastante suave para no huir de él (la temperatura promedio en todo el año es de 14oC).
En 15 minutos puedes atravesar la ciudad en coche, aunque es mucho mejor convertirse en senderista urbanita y recorrer, por ejemplo, el paseo que flanquea el barrio del Sardinero, pegado al mar, bordeando el Gran Casino y el parque de los Mesones, con tres playas para pisar la arena y oler el salitre: la Primera, la Segunda y la de la Concha.
Las mejores vistas las ofrece el Palacio de la Magdalena, desde el que caminar hasta el faro para observar la salida al Cantábrico de los ferris que conectan la capital cántabra con Inglaterra y contemplar las preciosas dunas del Puntal, al otro lado de la bahía.
Pero tal vez solo apetezca sentarse en una terraza alrededor del Palacete del Embarcadero, cercano al puerto, y relajarse con el atardecer reflejándose en las aguas y en las velas de las embarcaciones de recreo que salen a navegar con el buen tiempo.
Un mundo natural al alcance de la mano
Para los fines de semana, la oferta es tan amplia que te hace dudar. ¿Un día de tapas? En ese caso, hay que pasar por la calle Peña Herbosa, en pleno centro de Santander, frente al muelle. Finaliza en Puertochico, el viejo barrio de pescadores que hoy es un punto de encuentro para el ocio y los buenos paladares.
De los barrios populares que ocuparon esa zona ya solo quedan recuerdos calcinados por el incendio que asoló la ciudad en 1941 y que destruyó gran parte de su patrimonio artístico. Por eso actualmente su almendra central es una de las zonas más cuidadas y modernas de la ciudad, sin haber perdido por ello la esencia callejera de las localidades históricas.
Los que prefieran disfrutar de su tiempo libre más allá del asfalto, podrían elegir cada semana destino sin repetir en todo el año. La autovía del Cantábrico conecta con todas las localidades de la costa en muy poco tiempo: la elegante Comillas (20 minutos), la marinera San Vicente de la Barquera (30 minutos), la coqueta Santoña (15 minutos)…
Los Picos de Europa (50 minutos en coche hasta la localidad de Potes) son un atractivo constante para senderistas y montañeros. Y a solo 25 minutos esperan dos de las joyas de la corona cántabra: las cuevas de Altamira y la preciosa Santillana del Mar.
Parece lógico que el estudio ‘Las facetas del bienestar’, elaborado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), defina a esta comunidad autónoma como la quinta con mejor calidad de vida, lo que también explica que Cantabria liderara en 2017 el crecimiento inmobiliario del país, según el informe ‘Situación Inmobiliaria España 2018’, elaborado por el servicio de estudios de BBVA.