Al final de la Gran Vía madrileña se abre la Plaza de España. En el centro de la misma, el monumento a Cervantes da la espalda al otro símbolo de la ciudad, el Edificio España, considerado uno de los primeros rascacielos de la capital, a pesar de sus escasos 117 metros de altura (25 plantas).
Desde 2006, sus 71.000 m2 están vacíos y sin uso debido a una distribución compleja y a una falta de funcionalidad arquitectónica. Esto ha generado diferentes intentos de rehabilitación y distintos cambios de propietario.
El magnate chino Wang Jianlin, presidente del imperio Wanda, lo adquirió en 2014 con el propósito de desmontarlo piedra a piedra y construirlo de nuevo, pero el ayuntamiento se negó debido al valor artístico del edificio. Los técnicos exigían que al menos se conservaran la fachada principal y las laterales.
La polémica generada en torno a lo que se esperaba fuera una jugosa inversión para la ciudad, hizo que muchos se preguntaran si realmente el edificio merecía formar parte del patrimonio madrileño. Su falta de uso durante más de una década ha hecho que pierda presencia y valor popular.
Sin embargo, fue diseñado a mediados de los años 40 para ser un icono urbano grandioso, todo un ejemplo de modernidad para una capital que vivía abrumada por la escasez de la posguerra.
Los hermanos Joaquín y Julián Otamendi asumieron el proyecto tomando como referencia la escuela de Chicago, que imponía ciudades verticales, con edificios cada vez más altos y, dentro de ellos, espacios para distintos usos: residencial, comercial y de trabajo.
Se decidió construir toda la estructura en hormigón armado, algo inaudito en la época, y completar las cubiertas con ladrillo y placas de piedra, lo que le confirió una imagen austera pero simétrica y espectacular, adornada con elementos neobarrocos más abundantes en la fachada posterior.
Cuando se inauguró, en 1953, se convirtió en un ejemplo de vanguardia arquitectónica. Albergó viviendas, oficinas, galerías comerciales, bares cosmopolitas y el lujoso Hotel Plaza, por el que pasaron magnates y estrellas internacionales. Con los años esta oferta fue decayendo, al verse afectada por la funcionalidad de otros edificios cercanos cuyo mantenimiento era más económico, como es el caso de la vecina Torre de Madrid, también obra de los hermanos Otamendi.
La supervivencia de este referente urbano depende de una rehabilitación viable que respete su valor histórico y arquitectónico, un objetivo complejo con el que se ha comprometido el que es su nuevo propietario desde diciembre: el grupo español Baraka Investment, que lo ha adquirido por 272 millones de euros.
Según ha asegurado Trinitario Casanova, presidente de la compañía, el nuevo Edificio España estará terminado a finales de 2018 o comienzos de 2019. El proyecto de reforma estará dirigido por el estudio Arquitectura y Planeamiento. Las fachadas no se tocarán, se dispondrá de 15.000 m2 de uso comercial y el resto de la superficie será ocupado por un hotel de 5 estrellas.
El plan es que la reapertura coincida con la conclusión de la reforma de la Plaza de España, que aumentará sus zonas verdes y peatonales. Entonces, Madrid recuperará un icono perdido.