«La corona de espinas» de Fernando Higueras

Equipo de Redaccion

Hoy visito en este post el Instituto del Patrimonio Cultural de España, también conocido como ”La corona de espinas”, o “El erizo”, como lo llamaba su controvertido autor,  el arquitecto Fernando Higueras.

«La fortaleza», «la plaza de toros futurista» o «la nave espacial extraterrestre», como lo nombra Alberto Humanes en su libro sobre el edificio; es un lugar donde un cúmulo de energías se palpan a cada paso que avanzas en su interior. Llegar a él no es fácil,  a pesar de que es visible cuando entras a Madrid por la carretera de la Coruña. Y cuando lo consigues, es como si tuvieras ante  tus ojos un vestigio de alguna poderosa civilización de la Antigüedad, que hubiera brotado de la tierra.  Y te preguntas cómo llegaron a construirlo y haces hipótesis sobre el alto grado de conocimiento y sofisticación de aquella supuesta civilización, ya que a día de hoy, su preciosista construcción de hormigón, y los increíbles encofrados que la hicieron posible, serían absolutamente irrealizables, ni por todo el dinero del mundo.

Fueron Fernando Higueras y su colega Antonio Miró, antagónicos vitalmente, los pensadores y ejecutores del proyecto que duró casi treinta años en finalizarse tras sucesivas paralizaciones de obra o cambios de uso. A día de hoy es un lugar inquietante y mágico, no solo por su contenedor sino por su contenido. Las salas de trabajo invadidas por piezas de arte susceptibles de ser restauradas, libros, pinturas, tapices, esculturas, relicarios y santos, piezas arqueológicas… laboratorios de reconstrucción de lo diminuto, en espacios con una escala casi monumental.

Su aspecto punzante y acorazado en el exterior, me genera desconfianza. Es como si  te encontraras a un lince ibérico sacando las uñas y los dientes. Él sabe que debe defenderse. Es una especie única y quedan muy pocos como él.  Sin embargo no puedes evitar acercarte a él para descubrir  un  interior suavizado por la luz y la vegetación, con sus aristas todas redondeadas  y donde la hiedra trepa sin control en los patios de luz.

Además de la fascinación por la obra de Higueras siento curiosidad por los numerosos mitos que sobrevuelan en torno a él. La mayoría de ellos fuertemente vinculados a la construcción de su propio “rascainfiernos” como la ampliación de su casa. Un refugio de 9×9 metros en planta y soterrado 7 metros bajo tierra, con un patio de luz en uno de los cuadrantes, donde daba rienda suelta a sus pasiones;  entre ellas la guitarra, la pintura, la arquitectura, la lectura, el cine, ámbito en el  que también le gustaba experimentar registrando lo cotidiano.

Le hacen grande los proyectos que hizo pero también los que no hizo, rechazando, por ejemplo,  la posibilidad de acorralar los volcanes de Lanzarote con edificios.

Sí señores, Fernando Higueras fue un Leonardo da Vinci del siglo XX, el artista, creador  y pensador total. Pero también el arquitecto “antimodas”, anticlásico, antimoderno, antifuncionalista, antivanguardia;  “el Partenón es una cagarruta” decía…

Él eligió ser del lado oscuro, aunque tuviera que pagar por ello, como en el subtítulo de la película Highway to Hell , “where the toll is your soul” : ”donde el peaje es tu alma”.

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Fotos de Rocío Pina

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