Un hombre, una dura enfermedad y una promesa imposible. Así es como comienza la historia de Justo Gallego Martinez, un beato y soñador hasta los huesos que adora a la Virgen del Pilar. Cuando cumplió los 27, decidió que no podía rendirse, intuyó que el futuro le deparaba algo mejor y vendió su alma.»Dios mío, dame fuerzas, cúrame y si me recupero, prometo que construiré una catedral con mis propias manos en tu nombre». Y así fue, Justo superó su enfermedad y no le temblaron las piernas cuando llegó el momento de cumplir lo negociado. Por aquel entonces poseía unas tierras de la herencia familiar y decidió albergar allí los primeros cimientos de la misteriosa y polémica “Catedral de Justo” en Mejorada del Campo.
Está rodeada de promociones de ladrillo y es sobrevolada a diario por boings que pasan casi rasantes a una de sus torres inacabadas, cuando la vi en la distancia, pensé que me había teletransportado a una ciudad de un futuro distópico, al más puro estilo Mad Max, en el que la energía se agota y el hombre sigue tratando de dejar su huella construyendo grandes obras de ingeniería; para ello intenta simular los sistemas constructivos de un pasado hipertecnológico glorioso con materiales de desecho y la única energía de sus propias manos.
Y nada más lejos de la realidad, “la Catedral de Justo” es un monumento a toda la cultura del reciclaje y del “do it your self”, un referente para los amantes del bricolaje, de la creatividad, y el ejemplo más radical de emprendimiento personal que hasta hoy he conocido. Tan contemporánea que asusta saber que el proyecto comenzó hace mas de 50 años, tan visionaria que a día de hoy me sigue pareciendo una creación del futuro. Sin embargo es tan real; una catedral hecha de materiales reutilizados de fábricas que desechan piezas defectuosas, de cubos de pintura hormigonados, muelles para armar los encofrados, recipientes de plástico para gárgolas, volutas, ornamentos, piezas de mármol , vidrieras troceadas y pintadas a mano… Un catálogo de soluciones constructivas sostenibles, low cost e increíblemente ingeniosas puestas en práctica y testadas “in situ”. Cuesta creer que una obra así se mantenga en pié y siga creciendo y avanzando sin orden aparente. Todo el proyecto , tan bello como ilegal, está en la cabeza de Justo.
En mi primera visita tengo el privilegio de conocerle personalmente. Por supuesto, él, a sus 88 años sigue echando el jornal allí. Está enérgico y sueña con los acabados finales de todo, ahora está colocando unas “piedras de colmenar” y tiene pensado embellecer las juntas con dorado, pero todavía está pendiente de acabar, entre muchas otras cosas, la gran cúpula de 22 metros de diámetro y 36 metros de altura, réplica exacta de la del Vaticano. Decide enseñarme su secreto más preciado, los tratados romanos de catedrales que le han servido de guía e inspiración. Son unos librotes enormes recubiertos de polvo, y me pregunto si cuando fueron escritos imaginaron que alguien más de dos mil años después podría seguir los diseños que entonces pautaron. Me cuenta que también piensa en castillos, con sus aleros y almenas y en “ese edificio que está entre Alcalá y Gran Vía».
A pesar de que no mucha gente sabe de su existencia, en el 2005 una famosa marca de bebida reconstituyente lo descubrió convirtiéndole en héroe mundial como abanderado de la campaña “El ser humano es excepcional” y su interminable catedral dio la vuelta al mundo. Por otro lado, centros de arte como el MOMA de Nueva York han encontrado más que razones suficientes como para dedicarle una parte de su elitista programación.
Me queda claro que cualquier reto, por imposible que parezca, es cuestión de pasión y de creer en que puedes llegar a conseguirlo .Yo aún no he descubierto el Dios personal que me haga perseguir cosas tan excepcionales. Seguiré buscándolo mientras Justo alicata con delicadeza uno de los bancos del altar exterior… ¿Y tú?
Al volver de mi visita, mientras conduzco, escucho esta canción.