¿Cómo enfrentarte a una reforma? By Marta Nida

Equipo de Redaccion

No es una decisión sencilla y una vez que la has tomado, llevarla a cabo requiere mucha paciencia. Tomás y yo encontramos la casa que queríamos relativamente rápido y de forma fácil gracias a todas las aplicaciones y servicios que hay disponibles ahora. Pero una vez encontrada, teníamos que adaptarla a nuestro gusto.

Cuando te decides a reformarla piensas en elegir el color de la pared y esos muebles perfectos que harán que tu casa quede de revista. Pero la realidad es que vas a pasar más tiempo  haciendo números y dándole vueltas a los planos que poniendo en práctica tus talentos en decoración.

Y es que esto es un auténtico máster en investigación y toma decisiones.

El primer módulo del máster se enfoca en indagar. ¿Por dónde empiezo? Lo normal es dejarte una fortuna en revistas de interiorismo que te empollas con la máxima concentración y que acabas, cómo no, ojeando  apresuradamente porque no tienes la capacidad de absorber tanta información, ni libretas suficientes para apuntar el sin fin de datos que te dan. Y después, una vez que asumes que tu casa no tiene esos ventanales de 5×5 con vistas a un bosque canadiense, que tus techos no tienen 4 metros de altura y que en el baño no va a caber esa sauna finlandesa de madera de eucalipto…. entonces…. Pues te vas a tomar un café con tus amigas.

Es cuando empieza el segundo módulo del máster: el de los números y los cálculos.  El responsable del desgaste de tu calculadora. Una de tus amigas reformó su piso hace dos años y te cuenta en su inentendible lenguaje “reformista” las decenas de miles de euros que te va a costar el cambio. Tú no te lo puedes creer, ¿de verdad cuesta tanto dinero cada cosita que tu consideras sin importancia? Cada enchufe, cada cambio de bombilla, mover un radiador de sitio, lijar las puertas, sustituir la bañera por una ducha … ¿De verdad vale eso? … Pero si no cuesta tanto hacerlo… No paras de darle a la calculadora a la vez que te ahogas en un mar de presupuestos;  y es en ese momento cuando tiras todas las revistas y marcas el teléfono del albañil que se lo hizo a tu amiga.

Aterrizas en el tercer módulo y por la puerta de tu casa entra la seguridad personificada, un contratista con una invisible capa de super héroe que domina los espacios de tu casa y sabe lo que necesitas en cada uno como si llevara veinte años habitándolos. Sabe lo que soporta el forjado de la cocina y el tiempo que lleva instalada la plaqueta del baño, que las cañerías bajan justo por la pared que querías tirar y te razona de forma aplastante el porqué deberías cambiar la instalación eléctrica; levanta un rodapié y ¡zas! Lo que él te decía, el yeso de las paredes está levantado por humedad. No te queda otra que ponerte en sus manos y entregarte a su sabiduría. Y es entonces, cuando empieza a darte mil opciones de calidades, materiales, acabados y puntos de luz el momento en el que tienes que empezar a tomar decisiones sobre cosas que vas a ver y tocar durante, al menos, los próximos 10 años.

Puede que empieces a hiperventilar, pero antes de entrar en pánico es importante recordar que cuentas con un experto que podrá solucionar todas las dudas que te surjan por el camino.

En nuestro caso lo mejor que pudimos hacer fue contratar a un profesional que venía recomendado por mi cuñada. Eso nos hizo sentir muy seguros y ayudó a que, a pesar de algún retraso, todo saliera como estaba previsto.

Después de contaros mi experiencia, me atrevo a haceros algunas recomendaciones:

  • Busca siempre profesionales del sector de los que puedas pedir referencias.
  • Compara varios presupuestos. Por lo menos tres, pero intenta no agobiarte.
  • Valora diferentes opciones. Tu idea inicial no tiene porqué ser la mejor o la que acabes llevando a cabo.
  • Déjalo todo bien atado a través de un contrato.
  • No añadas demasiados “extras” a lo largo de la obra.
  • Y lo más importante: ten mucha paciencia.

¡Mucho ánimo! Y ya verás lo bien que te sentirás la primera noche que duermas en tu casa recién reformada.

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