Comprado, adoptado o regalado. Cachorro o adulto, da igual: cuando un perro entra en casa su efecto transformador es inmediato. Un hogar con perro es más feliz y alegre, sobre todo si desde el primer momento dueño y mascota respetan las reglas de convivencia, porque la educación del perro es cuestión de dos.
Hay que tener claro que el comportamiento del perro es el resultado “por un lado de la herencia genética y en un grado quizá mucho mayor, de la educación y experiencias vividas especialmente en las primeras etapas de desarrollo del cachorro”, según explica el Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid en su publicación Prevención de conductas inadecuadas: socialización del cachorro.
Perro acompañado, perro sociable
Las etapas de sociabilización y educación son esenciales para que el perro sea equilibrado en su edad adulta. Y un perro equilibrado es “aquel que tiene un comportamiento acorde con las características de su raza, sexo o naturaleza, y que le permite adaptarse sin problemas al entorno en donde debe vivir y desarrollar su actividad”.
Por tanto, es durante la educación del cachorro cuando nuestra acción más va a marcar el comportamiento futuro del animal. Un periodo en que, en opinión de los veterinarios, es esencial que el perro tenga un contacto continuado con las personas: “Salvo raras excepciones, un animal criado de forma aislada o con escaso o nulo contacto con el exterior y con las personas nunca tendrá un carácter equilibrado”.
Hasta el sexto mes, un tiempo crucial
Aunque un perro mantiene una capacidad continuada de aprendizaje durante toda su vida, nunca es equiparable a la de los primeros meses. Un tiempo en que los profesionales diferencian cuatro periodos básicos que van a marcar la conducta futura del perro:
- Periodo neonatal: Desde el nacimiento hasta las dos semanas de edad, el cachorro debe estar en contacto constante con su madre.
- Periodo de transición: Entre las dos y tres semanas de vida. Etapa en la que hay que incidir en su cuidado y alimentación para garantizar que crece saludable.
- Periodo de sociabilización: Desde la tercera y la duodécima semana, son las más importantes para trabajar en su educación, ya que tiene gran capacidad de aprendizaje y se puede moldear su carácter y hábitos.
- Periodo juvenil: Desde los tres hasta los seis meses. La capacidad de influencia del dueño para enseñarle a adaptarse a distintas situaciones es más limitada pero aún es permeable a las enseñanzas.
Enriquece las experiencias de tu cachorro
Entre la tercera y la duodécima semana de vida son las semanas cruciales para la sociabilización del cachorro, es el momento en que debe aprender a controlar su agresividad, a no provocar dolor cuando juega, a no tener miedo a los sonidos, a las personas, a convivir con otras especiales domésticas o ganaderas, a comportarse adecuadamente para no generar problemas con la comunidad de vecinos. “En definitiva, acostumbrarse a cosas, seres o situaciones de su entorno”, explican los veterinarios madrileños.
Lo que hay que tener claro es que hay que actuar con cierta rapidez, ya que aquellas experiencias que no viva ahora, serán más difíciles de tolerar en el futuro. Por ejemplo, para un perro de presa que no tenga contacto con una vaca u oveja ahora, será muy difícil que pasada esta fase no las ataque cuando se las cruce por el campo.
Teniendo en cuenta que es de la séptima a la octava semana cuando un perro que va a convivir con una familia se incorpora a su nuevo hogar, sus dueños deben actuar con cierta celeridad para que en las siguientes semanas viva las experiencias básicas que le van a acompañar durante su vida.
Siete trucos para educar a tu perro
Como en el caso de los humanos, la paciencia es la mejor aliada en la aventura. Educar a un perro no es complicado si se actúa con constancia, rutina y cariño. A continuación, alguno de los trucos que proponen los veterinarios madrileños:
- Tu perro te habla. Los que van a convivir con el perro deben aprender a interpretar el lenguaje del perro. Es un ejercicio esencial para evitar problemas de conducta, y controlar sus miedos y agresividad. Aquí hay que tener especial cuidado con los niños, ya que por ejemplo les cuesta interpretar los signos en los que el animal muestra irritación y, por tanto, anticipar conductas agresivas.
- Educa desde el refuerzo, no desde el castigo. Con un poco de paciencia y comida es bastante sencillo educar a un perro, pero para conseguir una mascota alegre y equilibrada siempre hay que enseñar desde el refuerzo del buen comportamiento, y no desde el castigo inadecuado.
- Pacta las reglas con los cuidadores. Que un miembro de la familia permita subirse a la cama al perro y otro le recrimine esa conducta, que uno le dé comida en la mesa y otro no, son garantía de confusión en el animal y conflicto en la familia. Una de las primeras cosas que debe hacerse es pactar qué conductas van a estar permitidas y cuáles no.
- Practica las órdenes básicas. Sienta, tumba, quieto, ven, junto y suelta, son algunas de las órdenes básicas que antes hay que practicar con el perro y que van a servir para controlarle tanto en la casa, como cuando sale de paseo.
- Hay más premios que la comida. Premiar las conductas que nos gustan es básico para conseguir que el perro aprenda con rapidez, pero no siempre se debe hacer con comida. Cuando se va a su sitio de dormir u orina donde debe se le puede reforzar la conducta con una buena caricia, un pequeño juego o cualquier otra atención, pero la recomendación es no utilizar siempre la comida.
- Cómo corregir sus hábitos. Cuando el perro hace algo que no nos gusta, por ejemplo, llevar su comida a la alfombra, le debemos interrumpir en su acción pero no castigarle. Una vez que ha cesado en su empeño se le debe distraer con una acción diferente y premiarle cuando su actividad se centra en algo que nos interesa. En el caso de que no podamos interrumpirle en su acción, por ejemplo, si ha hecho pis donde no debe y no lo hemos visto, conviene ignorar el comportamiento ya que si se le presta atención podemos estar reforzando la conducta que queremos eliminar.
- Si hay problemas, busca a un experto. Hay ocasiones en que el perro se muestra terco en la repetición de conductas que no nos gustan. En estos supuestos, la recomendación es consultar a un veterinario especializado en conducta animal antes de que la situación se cronifique. En la mayoría de los casos hay solución.