Carreteras de plástico reciclado. ¿La solución a un problema global?

Equipo de Redaccion

La solución es tan sencilla que parece increíble que no se le hubiese ocurrido a nadie antes: ¿y si se pudiesen utilizar los 10 millones de plástico que, se estima, van a parar al océano cada año para construir carreteras?

Esto es precisamente lo que pensó un profesor universitario de química de India, el doctor Rajagopalan Vasudevan, y aquello no se quedó en una mera idea, sino que desarrolló una técnica para llevarla a la práctica que ha llegado lejos. En concreto, más de 20.000 km de carretas se han construido ya en India utilizando plástico reciclado, lo que le ha valido la recepción del Padma Shri, el mayor honor que un civil puede recibir en el país.

El plástico no es el enemigo

Habitante de uno de los países más contaminados del planeta, con el cambio de milenio, el profesor comenzó a investigar posibles usos de las basuras generadas de plástico. Para él, el problema no era el material en sí, sino el mal uso que se hace de él. Empujado por la prohibición gubernamental de seguir produciendo y utilizando plástico y desde la conciencia del impacto que estas medidas iban a tener sobre la calidad de vida de las clases más bajas, se convenció de que la solución no pasaba por prohibir sino por reutilizar.

Sus investigaciones le llevaron a descubrir que plástico fundido era un gran material aglutinante, con propiedades muy parecidas a las del asfalto. Al añadir el plástico fundido a la mezcla de asfalto y gravilla, la mezcla conseguida se reveló más duradera, flexible y resistente a las inundaciones y a las temperaturas extremas que la original.

Pavimentos más resistentes y duraderos

Sólo quedaba probar la eficiencia del descubrimiento. La primera calzada que se pavimentó con esta técnica fue la del campus universitario donde él mismo trabajaba: corría el año 2002 y a día de hoy, todavía está intacta.

Pocos años más tarde, el mismo gobierno comenzó a incluir plástico de la misma manera en los pavimentos de las carreteras públicas, con lo que no sólo se ha conseguido dotar a botellas, envases, o bolsas utilizadas de un destino mucho más recomendable que el mar o la hoguera, sino que también ha resultado ser una nueva fuente de empleo que da trabajo a los recolectores de plásticos que lo trituran en máquinas subvencionadas por el propio gobierno para después vender el producto a los constructores de carreteras.

¿Un proceso 100% ecológico?

Algunas voces han criticado la técnica del doctor Vasudevan, ya que requiere calentar el plástico lo que, en consecuencia, no sería inocuo para el planeta. Vasudevan se defiende argumentando que el proceso se realiza a una temperatura de 170 grados, muy lejos de los 270 que harían falta para que el plástico comience a emitir vapores tóxicos.

El profesor asegura que el procedimiento compensa, y mucho, la reducción de entre un 6 y un 8% del asfalto necesario en los pavimentos, así como el potencial de reutilización de residuos: aproximadamente una tonelada de plástico encuentra una nueva utilidad por cada kilómetro de carretera. Y los números parecen cuadrar: si en todo el mundo se adoptase esta técnica, la cantidad de basura plástica generada, que actualmente se estima alcanzará la friolera de 12.000 millones de toneladas en 2050, podría reducirse a cero.

Lo que viene

Es posible que, aún sin viajar a la India, pronto puedas conducir por carreteras construidas de plástico con este método. Holanda se ha sumado a la iniciativa y seguro que, más pronto que tarde, otros países siguen su senda.

Vasudevan, por su parte, sigue el curso de sus investigaciones para buscar nuevas utilidades al plástico usado: su último reto pasa por incorporar el plástico a la construcción de edificios y estructuras. Ya ha patentado otra idea, una mezcla de plástico y granito bautizada como plastone (mezcla de los vocablos ingleses ‘plastic’ y ‘stone’, piedra), con la que ha conseguido formar bloques resistentes y económicos.

Todos estos proyectos no sólo son un halo de esperanza para un planeta maltrecho, también un ejemplo tangible de que el trabajo de personas anónimas puede transformar el mundo.

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