Descubre Málaga, el paraíso cultural bañado por el sol

Equipo de Redaccion

11.15 de la mañana. Ha aterrizado en el aeropuerto de Málaga-Costa del Sol el vuelo procedente de Oslo que estaba esperando Natalia Marchena, una guía turística veterana, de las que sabe cómo hacer que esta tierra les entre por los cinco sentidos a los visitantes que llegan por primera vez.

Organiza al grupo y les lleva al autobús que les conduce al hotel. Momento de hacerles aterrizar de verdad. Lo hace con un pregunta (en inglés, claro): ¿con qué palabra definiríais lo que pensáis encontrar aquí? Respuesta general: ¡Sun and sea! (hay que recordar que son noruegos, no se podía esperar otra cosa). “¿Solo?”, contesta sorprendida Natalia. “Es verdad, tenemos todo el sol y el mar que queráis, pero eso es solo una pequeña parte de lo que os va a ofrecer Málaga”.

En ese momento aparece el Mediterráneo y les inunda de luz: Una amplísima costa en la que disfrutar de kilómetros y kilómetros de bonitas playas familiares para todos los gustos. Los que prefieran podrán hundir sus pies en la fina arena y a los que no les gusta ‘rebozarse’, podrán pasear por estupendas playas de piedra. “Y para disfrutar esta visión de reyes, hoteles para todos los gustos, de los mejores de Europa”.

Reunión con los noruegos en el hall del hotel La Luna Blanca de Torremolinos, junto a la piscina, hasta donde llegan los aromas marineros propios de la hora del almuerzo. No hay que perder ni un minuto para dar una alegría al paladar. Primera parada: los chiringuitos de la playa de la Carihuela. “¿Qué es ese olor?” “Pescaíto frito, alimento de los dioses”, responde Natalia. Pero aquí hay que probar de todo: gazpacho, espetos de sardinas, mejillones en pipirrana, dorada a la sal… “Este es el sabor de Málaga amigos”, dice encantanda la guía viendo la cara de felicidad de sus acompañantes.

Y para hacer la digestión, un brindis con Pedro Ximénez (otra joya de esta tierra) y un recorrido por el casco antiguo malagueño, donde aún se atisba lo que aquí hicieron los árabes y la cultura de los pueblos de pescadores. “¿Qué sería de Málaga sin el sol y el mar, sí, pero también sin su deliciosa gastronomía, y sin su historia, y sin su montaña y sus pueblos? –explica Natalia–. Málaga es diversa y rica la mires por donde la mires. Por eso os propongo que la conozcáis de verdad”.

Y ahí van sus propuestas, que pueden servir para cualquiera que sepa disfrutar de la vida:

1. ¿Qué tal una ruta por los pueblos blancos?

Jimena de la Frontera, Gaucín, Atajate, Mijas, Ronda… “Un amigo estuvo en Ronda y me habló maravillas”, dice uno de los turistas. “Es que es un monumento y quien lo visita no lo olvida”, responde la guía.

2. ¿Os apetece un recorrido por la Axarquía?

Esa palabra es árabe y significa ‘oriente’. Su atractivo está precisamente en las raíces árabes de los pueblos que se desperdigan hacia el este por la costa y la sierra norte: Palo, Torrox, Nerja, Vélez Málaga, Alhama de Granada, Loja, Archidona… “Paisajes y pueblos llenos de belleza, pero ¿sabéis cuál es su mayor encanto? Sus gentes. Aquí todos son vecinos, aunque lleven 10 minutos entre nosotros”, comenta Natalia con una sonrisa de orgullo.

3. Sí, sí, no nos olvidamos del mar y de la luz.

Propuesta tres: ruta por la Costa del Sol. De Málaga a Estepona. Lugares donde recargar las pilas durante el día con toneladas de energía (y buena comida, y buenos vinos, y buenas playas, y buenos baños)… y descargarlas por la noche en una costa que nunca duerme. Oferta generosa y apetecible para diurnos y noctámbulos.

“Hemos venido una semana… ¡No nos dará tiempo a todo!”, se queja un turista del grupo. “Es que a Málaga hay que volver –le dice la guía–. Pero cuidado, porque si vuelves mucho, terminas quedándote”.

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