Lo “verde” es tendencia. Quisiera empezar el post con rotundidad para separar la postura sostenible y ecológica que se ha convertido en una moda y aquella que se lleva a cabo por verdadera y absoluta concienciación, la adecuada sin lugar a dudas.
Que los aspectos ecológicos, sostenibles y eficientes se han convertido en una moda como tal es una realidad fácilmente contrastable. No hay más que ver los catálogos de producto de fabricantes de iluminación, materiales cerámicos, maderas, climatización, etc. Todos ellos han incorporado una gran cantidad de productos con dichos valores, aunque en muchos casos y, por desgracia, son más maniobras de marketing . No todo lo que se auto erige como “verde” lo es y, al contrario, existen casos en los cuales a pesar de ser ejercicios de responsabilidad extrema hacia el medio ambiente, no se venden como tal, puesto que el buen interiorismo, la buena arquitectura llevan intrínseco ser “verdes”. Ser ecológico y responsable con el medio no debiera ser una opción si no una necesidad ineludible.
Siempre que trato el tema me gusta recuperar una entrevista de El País a Eduardo Souto de Moura (Premio Pritzker 2011). Ante la pregunta de Anatxu Zabalbeascoa refiriéndose a si “la sostenibilidad era un problema de ricos” respondía así:
«Es un problema de malos arquitectos. Los malos arquitectos se organizan siempre con temas secundarios. Dicen cosas del tipo: la arquitectura es sociología, es lenguaje, semántica, semiótica. Inventan la arquitectura inteligente -como si el Partenón fuese estúpido- y ahora, lo último es la arquitectura sostenible. Todo eso son complejos de la mala arquitectura. La arquitectura no tiene que ser sostenible.
La arquitectura, para ser buena, lleva implícito el ser sostenible. Nunca puede haber una buena arquitectura estúpida. Un edificio en cuyo interior la gente muere de calor, por más elegante que sea será un fracaso. La preocupación por la sostenibilidad delata mediocridad. No se puede aplaudir un edificio porque sea sostenible. Sería como aplaudirlo porque se aguanta.»
Aclarada esa doble postura y formas de actuar al respecto sigamos adelante con aquellos aspectos que bajo mi criterio son importantes para obrar en base a valores de sostenibilidad y eficiencia.
Recuperación
Cuando nos enfrentamos al diseño y concepción de un nuevo espacio, sobre todo si se trata de una reforma, jamás debemos entrar como un elefante en una cacharrería demoliendo la totalidad del mismo y desnudando por completo el volumen original. Mi consejo es actuar con sentido común y mucha cautela porque es probable que nos perdamos muchos detalles o elementos de mucho valor, posibilidades infinitas y que estaremos menospreciando por el simple hecho de ser viejos, estar deteriorados o bien ocultos. En muchos casos nos encontraremos con unas vigas de madera en perfectísimo estado ocultas en un falso techo, pilares metálicos con tremendo potencial o incluso paramentos o revestimientos pétreos que podrían otorgar un protagonismo sublime a la futura estancia.
En definitiva y en el caso de desmontajes y demoliciones debemos actuar con cautela, aprovechando y recuperando todo aquel elemento arquitectónico susceptible de una segunda vida y gestionando todos los residuos generados e inaprovechables en base a las normativas y leyes aplicables. Este segundo aspecto, a menudo descuidado por aquello de que no disfrutamos de ello, es si cabe más importante que el inicial puesto que los daños para el medio producidos por los vertidos descontrolados de según que materiales pueden ser terriblemente dañinos.
Nuevo uso
Quizá sea el mobiliario lo que mejor se adapta a una nueva vida o uso previa restauración. En la actualidad es frecuente encontrarnos con piezas nuevas fabricadas con aspecto envejecido, triste paradoja fruto de la tendencia, puesto que su fabricación conlleva alargar el proceso de fabricación con la única finalidad de conseguir una estética. Sin lugar a dudas esto no es un ejemplo de sostenibilidad ni eficiencia sino todo lo contrario.
Elección de materiales constructivos
Quizá aquellos materiales naturales y mínimamente manipulados son los adecuados, aunque bien es cierto que en muchos casos su extracción o proceso de fabricación y puesta en mercado acarrea labores terriblemente dañinas e ineficientes para el medio. Estos aspectos también deben ser tenidos en cuenta. Piedras, maderas, metales, pinturas y pigmentos naturales son un amplio surtido de acabados que aparte de valores estéticos contribuyen en la construcción de un mundo más responsable.
Actualmente podemos encontrarnos en el mercado materiales pétreos fabricados a partir del recuperado y reciclaje de restos de fabricación de otros, por ejemplo las encimeras de cocina actuales, en su mayoría, se recubren en tableros fabricados a partir del polvo de mármol. Otro ejemplo son las tarimas de madera actuales que tienen una superficie útil de madera noble de pocos milímetros y una base creada con maderas recuperadas. De esta forma hacemos un consumo más responsable y eficiente del material. Ambos son buenos ejemplos de lo descrito.
Aspectos energéticos
Quizás al hablar de energías es cuando la eficiencia tiene un mayor peso, pero la forma de obrar al respecto no debe ser única y exclusivamente elegir el sistema de climatización o iluminación más eficiente. Con la distribución de espacios de nuestra vivienda, elección de materiales, aprovechamiento del movimiento natural del sol o bien gracias a ventilaciones cruzadas generadas de forma inteligente, por poner algunos ejemplos, podemos incidir en una menor dependencia y por consiguiente menos consumo de estos elementos artificiales de energía.
Por otro lado el uso de griferías y sanitarios diseñados para ahorrar agua debe ser algo también a tener en cuenta, en la actualidad incluso disponemos de sistemas para recuperar el agua de lluvia y además de usarla para el riego, incorporarla al interior de la vivienda para emplearla en la ducha, cisternas o la propia lavadora.
Foto: @georgiapeachez, distribuida con licencia Creative Commons CC BY 2.0