Cuando por fin tomamos posesión de nuestro flamante y recién reformado nidito de amor, yo pensaba que sólo debía esforzarme por no tener problemas de convivencia con Tomás. Qué ilusa, ¿verdad? ¡No se me había pasado por la cabeza que a partir de ahora también que tendría que convivir con toda una comunidad de vecinos!
Ahora bien, al igual que pasa de puertas adentro en el hogar, la convivencia va rodada siempre y cuando todas las partes implicadas pongan un poquito de su parte. Establecer unas normas básicas, consensuar las decisiones y procurar resolver los conflictos amistosamente cuando estos surgen son los mejores puntos de partida.
Porque una cosa está clara: los conflictos son tan inevitables en el seno de las comunidades de propietarios tal y como ocurre en todas las parejas y en todas las familias. Lo importante es contar con mecanismos efectivos para resolverlos: es la única manera de lograr una coexistencia pacífica y agradable. En el caso de que surja un conflicto en vuestra comunidad, este se podrá resolver en la junta de propietarios, donde también se toman el resto de decisiones sobre cualquier asunto que afecte a los elementos comunes que compartimos.
Hablando con amigos y conocidos me he dado cuenta que los problemas que más me preocupaba tener que afrontar ahora que soy miembro de una comunidad de propietarios son también algunos de los más habituales:
- La morosidad. No es ninguna rareza que en la comunidad haya uno o varios propietarios que tienden a retrasarse en los pagos, a veces, indefinidamente. La solución pasa por realizar un requerimiento de pago. En caso de que no dé resultado, la junta de propietarios puede acordar el comienzo de un procedimiento judicial contra el mismo.
- Las reformas. Este fue precisamente mi primer y principal quebradero de cabeza: temía entrar con mal pie en la comunidad porque los vecinos se hubiesen sentido molestados por las obras de nuestra reforma. Por suerte, como actuamos con la suficiente previsión (informamos a la comunidad y nos aseguramos de que se cumpliesen todos los requerimientos de seguridad y los horarios de trabajo), no hemos encontrado más que comprensión. ¡Estamos muy contentos!
- El pago de obras comunes. Aunque no siempre conllevan derramas en muchas ocasiones sí es sinónimo de tan temida palabra. Lo cierto es que cualquier comunidad no sólo necesita labores de mantenimiento sino que, antes o después, se verá obligada a afrontar imprevistos o a realizar mejoras. En muchos de estos casos es necesario hacer un desembolso extra de las cuotas establecidas y es habitual que algunos vecinos no estén del todo contentos con la idea…
- Los ruidos. En el caso de que un vecino tenga un comportamiento molesto (muebles que se mueven a horas intempestivas, fiestas de madrugada, música a todo trapo), lo aconsejable es probar, primero, resolver el conflicto por la vía amistosa. Si el problema continúa, el presidente deberá hacer un requerimiento de cese formal y si esta medida tampoco es efectiva, el conflicto se llevará al orden del día de la junta general de propietarios en la que se puede acordar el inicio de acciones judiciales.
- Mal uso de las zonas comunitarias. Normalmente, el uso de las zonas comunitarias (piscina, jardines, instalaciones deportivas, locales…) está regulado por los estatutos de la comunidad. Si el comportamiento de alguno de los vecinos es contrario a esta normativa, el procedimiento a seguir es el mismo que el el punto anterior.
Seguro que a más de uno os suenan estos problemas. ¡Son muy comunes! Pero si estáis buscando la casa de vuestra vida, no os dejéis desanimar por esto. Seguro que, con un poco de ayuda, conseguís encontrar un hogar perfecto en una comunidad a vuestra medida.