A primeros del mes de marzo, el mundo de la arquitectura dirigía todas sus miradas hacia una antigua fundición situada en el municipio gerundense de Olot y reconvertida en estudio. Se había fallado el premio Pritzker, el más prestigioso reconocimiento en esta disciplina, y había recaído sobre RCR Arquitectos, el sólido equipo que conforman Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta. Era la primera vez que el Pritzker premiaba a tres personas.
Aranda, Pigem y Vilalta se conocieron en la escuela de arquitectura del Vallés. En su historia cobra importancia aquello que no hicieron: jóvenes y recién licenciados, ni se mudaron a una gran ciudad ni entraron a colaborar en una gran empresa. Optaron, sin embargo, por regresar a casa e iniciar su propia aventura. Era 1988 y pronto ganaron el primer concurso para construir un faro en Punta Aldea, Gran Canaria. Casi 30 años y muchos otros reconocimientos después, les ha llegado el reconocimiento máximo. “Los premios son un estímulo para seguir adelante, refrendan las próximas convicciones”, aseguran a Anida los arquitectos desde el estudio donde, un mes después, continúan recibiendo felicitaciones.
Su estudio es una buena muestra de su particular manera de entender la arquitectura: “Una visión que plantea espacios que generen emociones, que hagan sentir a las personas que en ellos transitan o habitan”, explican. Para concederles el premio, el jurado ha valorado, el hecho de los tres arquitectos hayan querido conservar el vínculo con sus raíces y la profunda conexión de sus proyectos con el lugar y el entorno. “Vivimos en un mundo globalizado en el que cada vez más personas temen que la influencia internacional nos haga perder los valores, el arte o las costumbres locales”, se puede leer en el fallo, que también enfatiza que la obra de RCR “nos dice que es posible tener las dos cosas, raíces firmes y los brazos extendidos hacia el resto del mundo”.
Y lo consiguen, señala el jurado, de la manera más poética. “Poesía, en el diccionario de uso del español actual en su quinta acepción define: ‘Conjunto de características que producen un profundo sentimiento de belleza o de armonía’. Si nuestra arquitectura puede ceñirse a esta acepción, es una lectura que nos conmueve”, declaran los arquitectos. Creen, además, que el ciudadano de a pie debe tomar conciencia de la influencia que tiene la arquitectura en su cotidianidad, siendo este uno de los objetivos que impulsan desde BUNKIA, su fundación. “Los espacios donde desarrolla su vida (casa, escuela, oficina, teatro, parque…) son arquitectura. Si ella le proporciona calidad espacial, le está aportando calidad de vida”, aseguran.
Para comprender cómo estos tres arquitectos han conmovido al jurado del Pritzker, basta con hacer un recorrido por algunos de sus proyectos más emblemáticos, como la pista de atletismo Tussols-Basil, cuya construcción respetó los árboles que ya estaban, o el precioso Restaurante Les Cols, perfectamente integrado en la montaña, ambos en el mismo municipio de Olot. Sin abandonar la provincia, también sorprende cómo se integra en el valle la ondulante bodega Bel-Lloc, en Palamós. El museo de Sougales, en Francia es uno de sus proyectos internacionales más destacados y, más recientemente, el nuevo restaurante Enigma de Albert Adriá en Barcelona también lleva su sello.
Es la segunda vez que el Pritzker premia a arquitectos españoles, ya que Rafael Moneo se hizo con él en 1996. Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta recogerán el premio, dotado con 100.000 dólares, en la ceremonia de entrega que se celebrará el próximo 20 de mayo en Tokio. “No debería de ser un punto de inflexión sino un punto acelerador y de sosiego a la vez”, esperan. Que así sea.
Foto de Javier Lorenzo Domínguez